Lunes. Hay un umbral de conocimiento que, una vez traspasado, ya no permite que uno escriba sobre ese tema. Esto es una obviedad. Saber mucho de algo impide que uno desarrolle la ignorancia necesaria para hacerse las preguntas sobre un tema. Incluso ni siquiera hay que saber mucho. Alcanza con saber un poco más, algo más. Pero si ese poco no está, tampoco se puede escribir. Se trata de una especie de guerra de posiciones donde el terreno es la escritura.
Lunes, más tarde. La peor venganza de la inteligencia artificial será una indolente indiferencia hacia la humanidad.
Martes. Me crucé con Flavio Lo Presti en Constitución. Desayunamos en un bar de la estación. Me pasó la revista Coso, donde escribió sobre Vicente Luy, y Los patos, su libro de cuentos. (Hablamos de lo que hablamos siempre, con la misma amabilidad y suspicacia de siempre.) Después me fui La Plata. En el viaje de ida leí su nota sobre Luy. Me gustó. A la vuelta leí los dos primeros cuentos de su libro. Me gustaron mucho los dos. Hay un swing que pasó de sus columnas (y hasta de su crítica) a su ficción. Eso es magnético.
Miércoles. Hace unos días visité el Museo Larreta. Es un paseo impresionante y revelador por muchos motivos. Saqué fotos. Me prometí a mí mismo escribir algo sobre el museo, pero ¿qué? También me prometí volver para sacar mejores fotos. Después compré por Mercado Libre sus obras completas, editadas en 1957, en el sello español Plenitud. Las obras completas de Larreta entran en un volumen de unas mil páginas impreso en papel biblia. Está la novela La gloria de Don Ramiro, sus obras de teatro, su poesía. Al final hay varios discursos en francés. Me llama la atención la ausencia de todo aparato crítico, más allá de algunos comentarios y un prólogo rimbombante de Unamuno. También hay tres guiones para películas.
Jueves. Escucho la música para piano escrita por Nietzsche. Es bella pero su escucha tiene un dejo de incomodidad. Uno espera… ¿Qué espera? En el diario de Leautaud una mujer critica a Darius Milhaud. Bueno, ni siquiera es una crítica, sino un ligero ninguneo. (Milhaud tuvo en su momento un comentario despectivo hacia Wagner y eso condiciona mi escucha actual. Pongo una suite para piano en YouTube. La escucho con cierta atención durante un rato. Es impresionante, algo previsible. Cuando termina pongo a Sánchez, el baterista mexicano. Es un baterista que toca solo y hace música. Me gusta esa excepcionalidad.) Mi vida es aburrida pero si escribo sobre mi vida, hay verdad en lo que escribo. Mucha más verdad que si escribo sobre libros. Esas lecturas nunca son tan potentes. El aburrimiento y el entusiasmo de una tarde perdida superan cualquier libro. A nadie le importa lo que leas y cómo lo leas, les importa mucho más saber qué te duele, qué te hastía, qué te excita, qué de deprime. Escribir lecturas demandan mucha concentración. Hay que construir y reconstruir muchas cosas.
Viernes. Leo un titular: “Un hombre en silla de ruedas mató a cuchilladas a su vecino.