Lunes. Con Robles, decidimos dar un taller de lectura de Henry James. Nos sorprende que haya interesados. Ya hay incluso un par de inscriptos. (Siempre se puede confiar en un buen prosista. A la larga ellos ganan.) Me pongo a revisar mis viejas lecturas. Compro una biografía por Mercado Libre. Compro otros libros. Descargo cuentos en inglés. Miro fotos de James en la web. En su cara poco agraciada se puede ver su realismo sutil y también ese dejo de astuta amargura que uno siente cuando lo lee.

Martes. Ayer salí a caminar por el barrio y entré en la librería Aguilar de Blanco Encalada. No buscaba nada en particular. Miré los libros, muchos libros. Por momentos me imaginaba leyéndolos, por momentos nada me interesaba. Llegué al final del local sin haber separado ni un solo ejemplar y me acerqué a una caja de madera que tenía algunos discos de vinilo. Los empecé a revisar sin entusiasmo y sobre el final encontré Sigfrido, el Tannhäuser y Tristan und Isolde. Las cajas estaba nuevas, revisé algunos de los discos. Casi sin uso. Desandé el camino con el Tannhäuser hasta la caja y le pregunté al hombre que atendía el precio. Los discos tenían una letra, en este caso un ve corta escrita en lápiz, y esa letra se buscaba en una lista que estaba en la pared. Los dos miramos la lista y a la ve corta correspondían a cuatrocientos pesos. Volví al fondo del local y separé el Sigfrido y Tristán e Isolda. Iba a pagar pero sentí, no sé por qué, que no podía salir enseguida del local. Di un par de vueltas más sin lograr concentrarme en nada. Encontré el primer número de la revista cordobesa El banquete, y pensé en llevarlo. Pero al final lo dejé. (Hay en esa revista un revelador ensayo de Aira, pero eso no viene al caso.) Así que pagué y me fui con los discos. Tres óperas completas. En el lugar donde estoy viviendo hay un viejo tocadiscos Panasonic de la década del 80. Lo desempolvé y puse el primer disco del Tannhäuser. Me senté en la penumbra, escuché la obertura entera dos veces. Después di vuelta el disco. Escuché hasta el final y después la púa saltó y me quedé en silencio, pensando que a veces la vida no era una mierda.

Miércoles. Compro libro de Henry James por Mercado Libre. Leo los libros que tengo en casa. Anoto, subrayo. ¿Qué es esto? Robles me manda audios donde me explica que Philp K. Dick es la continuación de Henry James por otros medios. Ach! Me deja perplejo con la claridad de sus argumentos. Su manera de leer me da envidia. Para no quedarme atrás, hablo de las dos tradiciones, la de Arlt, la romántica, y la de Borges, la clásica, y como nosotros que somos de la primera le robamos James a los de la segunda. Hablamos de Ernesto Schoo, que tradujo algunos cuentos. Pero no logro olvidarme de su lectura, de ese anudamiento entre James y Dick. ¿Anudamiento? No existe el nudo de Dios. Pero en las letras esos nudos valen.

Miércoles, más tarde. Escucho los dos primeros discos del Tannhäuser. Me meto de a poco los vinilos de Wagner. (Conversación sobre Strassburger: el vinilo es como caminar sobre una piso de madera, me dice.) Escucho el lado uno del uno, la obertura. El lado dos del uno, excelente. Reconozco, feliz, todos los leitmotivs. Lado uno del dos, muy ruidoso: duetos que no logro comprender. Lado dos del disco dos. ¿En qué acto estoy? Vuelve cierta sutileza. Pienso en el estreno de París. ¿Cómo sonó esa orquesta? ¿Quienes fueron a ese estreno?

Jueves. Henry James se parecía a Mussolini, sí, pero ¿qué significa eso? Cerca del mediodía, un camión se empezó a prender fuego en la autopista Lugones. Me quedé mirando el humo y la autopista y el incendio por mucho tiempo desde una ventana de mi oficina. La camioneta se quemaba, el humo subía al cielo nublado, y los demás autos pasaban lentos, al costado de las llamas.

Viernes. Me voy a Bahía Blanca. Me duele la cabeza. No me gusta preparar el viaje. El viaje debería ser agarrar el auto y salir. No completar formularios en Internet. Juego de duplicidades en The real thing de Henry James. Equívocos y duplicaciones. Desde luego, es clave que el narrador sea pintor, pero un pintor muy detallista en la lectura tridimensional de las emociones. ¿Habrá leído Víctor Shklovski este relato en alguna antología rusa? Me imagino la luz baja en una mesa de una biblioteca de San Petersburgo. Y el joven lector escribiendo en un margen del libro la palabra “artificio” o “artefacto” y un signo de interrogación. El cuento es una de las mejores puestas en escena narrativa de esa. Otra, Le chef d´oeuvre inconnu de Balzac. Leo una entrevista a Dárgelos donde define a parte del público argentino como “teórico.” (El “muchacho teórico”, melómano, porteño, al que le gusta el rock y conoce las tendencias y sus nombres.) Hizo una canción sobre eso. Teórico, pero ¿teórico cómo? En referencia, entiendo, a “sin experiencia.” Creo que a veces el que hace le recrimina al que no hace su afectación teórica para no decirle, de una vez, que es un idiota.