Domingo. En la casa de mi abuela duermo la siesta. Ella de noventa años habla con mi hijo de cuatro. Los escucho hablar desde la cama, en otro cuarto. Hablan y rehacen la vida privada de mi familia.

Lunes. A partir de algo que Margarita Martinez escribió en Facebook recordé que en 1994 mi padre llevó a su familia a ver La nariz, la ópera de Shostakovich, que se daba en el Colón. De la música y de la obra no recuerdo casi nada, salvo que había poco público y en un momento uno de los actores se paraba arriba de una silla y miraba a la platea con un catalejo. Enseguida decía en un castellano muy marcado de acento extranjero: “No veo nada. No veo nada. Ah, sí, ¡ahí están! ¡los argentinos!” Aparte, recuerdo un poco del vestuario, de la iluminación, una luz muy blanca. Lo que sí retuve en mi memoria fueron las explicaciones de mi padre. Antes de entrar, nos contó la historia de Gogol en la cual se basaba la ópera: la nariz de un oficial cobraba vida y se independizaba de su cuerpo. En un momento, nos advirtió, una multitud buscaba la nariz del oficial por las calles de San Petersburgo. En el medio, como siempre, había una historia de amor. Ahora escucho la ópera en YouTube, una versión muy percusiva del 2006, y mientras la escucho extraño a mi padre.

Martes. Uno se hace siempre la pregunta por el estilo porque lo educaron bien y sabe que hay que ser amable, al menos al principio.

Mártes, medianoche. Volví manejando por Avellaneda. Ya no había tráfico. La calle estaba vacía. Puse Transformer que estaba en el asiento del copiloto. Pensé en Lou Reed. Pensé que había muerto hacía poco. (¿Cuánto? ¿Un año, dos años, cinco años?) Y después pensé en todos los escritores que habían muerto, Piglia, Fogwill, Saer, Libertella, Ludmer, Andrés Rivera, Laiseca. “¿Cuánto falta para que empiecen a morirse mis amigos?” pensé. Después no pensé nada más.

Miércoles. Me junté con Sebastián y con Paula y ellos me hicieron recordar, con algunos comentarios sobre literatura y política, Del diario del caracol de Günter Grass. Estuve releyéndolo. Hay muchas partes subrayadas que no recuerdo. (Supongo que no recuerdo también a causa del estilo más bien entrecortado de Grass.)

Jueves. En El perjurio de la nieve todos los personajes son Bioy Casares, el poeta, el periodista, el amigo del poeta, los parroquianos, el ermitaño danés, la muchacha ultrajada y muerta.

Viernes. Leo las letras de las canciones de los Hosen en alemán y en castellano. Pienso que es una música clara y firme que se va a seguir escuchando cuando colonicemos el espacio.