Lunes. En Ezeiza, el avión que iba a salir a medianoche se demora. Mientras espero leo a los presocráticos. Salgo de madrugada. Llego a Recife en la primera mañana. Y a Porto de galinhas al mediodía. Por la ley Eusebio de Queirós, en el siglo XIX, Brasil prohibió la importación de esclavos. Los traían de contrabando y los entraban por este puerto natural usando las mareas. Galinhas era la forma clave de llamar a los esclavos para no despertar sospechas en Recife. De una forma retorcida tiene sentido que ahora sea un lugar turístico. Pero ¿quienes son las gallinas hoy? Chegaram galinhas de Angola!

Martes. Ayer, para la última noche de carnaval. Salí a curiosear, aunque estaba cansado. Las calles llenas de gente, un animador con un micrófono en cada esquina, disfraces ocasionales, otros más producidos, bailarines, más percusión, más gente, hombres en cueros, mujeres en cueros, calor, confusión, largo etcétera. Desde ya, todo me pareció desagradable y asqueante, pero el centro de gravedad magnético que producía la percusión me llevaba y me sostenía. Como siempre Brasil parece peligroso, aunque no por los robos, no es ese tipo de peligro, sino el aire occidental y anti-occidental al mismo tiempo, podría decir.

Miércoles. El desayuno típico con frutas, algunas sabrosas, otras desabridas. Los argentinos de vacaciones, la familia, los niños, el padre panzón. La diferencia de mareas hace que las playas se transformen mucho. El color del mar siempre es igual. Hermoso, verde, transparente, afirmativo. No hay posibilidad de que el wifi importe tanto. Caipirinhas al lado del mar. Nado borracho. Una sensación extraña, lejos de la tradición del Atlántico sur.

Más tarde. Esfinges de gallinas, estatuas de gallinas, pequeñas gallinas de cerámica en las recepciones del hotel. Pero atrás de cada gallina, ¿no hay un esclavo? Mi paranoia blanca sobra en esta geografía me resulta inconducente. El mar hace que toda experiencia resulte afirmativa y toda queja, banal. Malvinas se me aparece en un cartel de las suites Bouganville rodeado de flores tropicales. Dios lo cuide.

Jueves. Relación entre el mar, con olas y mares, pero de horizonte plano, y la percusión de tambores de diferente altura. Más graves, más cerca del horizonte. Más agudos, más cerca de las olas.

Viernes. No veo librerías ni libros en Porto de Galinhas. Lo que se lee es breve información. Carteles en las calles y en los negocios. Precios, productos, servicios publicitados para el viandante. De todos la tabla de mareas es la lectura diaria más inquietante y consultada. En mi posada la hora de marea baja o seca se escribe en un pequeño pizarrón del lobby. Otro cartel de la posada dice que no se debe entrar con comida y agrega que “a natureza aqui é mais forte.” Acompaña esa frase la caricatura de una hormiga. En la etiqueta de una botella de cerveza Skol leo: “A cerveja feita para descer redondo.” En la tv veo una publicidad invitando a la juventud a que sea sargento del Ejército Brasileiro.