Lunes. La pornografía termina donde empieza la soberanía nacional.
Martes. En el Gran Rex se va a presentar María Callas en forma de holograma, o más bien se va a proyectar un holograma de María Callas, en el marco de un Hologram Tour. Entre el público deberían verse hologramas de famosos como el crítico Rodolfo Celletti o el magnate Aristóteles Onassis. (Lo digo sin indignación. Más bien lo veo como un gesto retro, de ciencia ficción de los años 60. ¿Quién habla de hologramas hoy? La tecnología ya no interviene los ojos sino directamente nuestra neurosis.)
Más tarde. En el auto, yendo a trabajar, escuché entero Over Nite Sensation. Me gustó, una vez más. Dura exactamente los casi cuarenta minutos del viaje. En otro viaje escuché el principio del Tannhäuser. Cada vez tengo menos tiempo para hacer… bueno, para hacer cualquier cosa. El mundo de hoy es un mundo sin tiempo. Hay que fabricarlo si uno lo quiere o lo necesita. ¿Cómo se fabrica el tiempo? Decepcionando las expectativas de los otros.
Miércoles. El macrismo es un experimento ideológico bastante útil. Se ven muchas cosas. Lástima que sea tan caro. Pasé por la librería Ateneo de Florida. Los precios de los libros me parecieron altos pero no me desagradaron tanto como la idea de revisar a ver qué encontraba. Internet desautoriza, hace anacrónicos esos vagabundeos, permitidos con reservas entre los libros usados o los saldos. Como fuere, hoy se compra en línea. Las librerías son algo obsoleto, que puede ser bello, como suele ser lo obsoleto, pero poco más.
Miércoles, más tarde. Estuve en la Biblioteca Nacional. Siempre es interesante visitarla por el edificio, y porque cualquier visita es interesada. En la plaza que va hasta Las Heras había diferentes viñetas de Patoruzú como en una muestra al aire libre. También un homenaje a los doscientos años de Frankestein. Entre el indio gracioso y el monstruo melancólico, pensé. Ezra: “La incompetencia se muestra en el uso de demasiadas palabras.” En una de las salas, agarré al pasar, una revista institucional. Se llama Cuaderno de la BN y es la primera vez que la veo. En la tapa compuesta con las portadas de sus libros está la cara de César Aira con los distintivos anteojos. El titular dice: “Cesar Aira llegó a los 100.” ¿Eran cien libros masculinos o cien novelas femeninas? ¿Por qué “los” cien y no “las” cien? Después me acuerdo que en la gacetilla del festejo se avisaba que en caso de lluvia el Festival César Aira se realizaría en la explanada Juan José Saer.
Jueves. Distracción, concentración. Debería ser una dialéctica. Encuentro un severo fragmento de Lanza del Vasto sobre el tema: “Si no hemos discernido que nuestro último enemigo es nuevamente la distracción imbécil sin ningún valor pasional... La simple espuma de la inteligencia en movimiento que muele al azar los desechos de los recuerdos. Es una barrera gruesa y blanda que apartamos y vuelve a caer sobre nosotros.”
Más tarde. Caminaba por el Microcentro. Pensé: “El dinero es lo más difícil de leer.”
Viernes. No leo nada. No hago nada. No escribo. O más bien, solamente escribo las palabras de otros, una y otra vez. Tampoco es una tragedia. Pero, pese a todo, pese a la misma existencia, a la vida, y a su fuerza y su burocracia, hay algo dramático en no leer.