Lunes. Bar Alcalá. Conversación con un jugador de Scrabble. “Miro muchos programas de palabras” me dice. ¿En la televisión? Claro, claro. También viejos programas en YouTube. Algunos programas españoles. “Los españoles tienen los mejores programas de adivine la palabra, de etimología, de preguntas y respuestas. Acá hubo algunos buenos, pero van y vienen. Ellos tienen una tradición.” ¿Y usted a que se dedica? Soy historiador, respondí. Estuve tentado de decirle que era lingüista. Para el caso, era igual de verdad. Pero hubiese sido incómodo. Como decirle futbolista que trabajaba de árbitro de fútbol. “El ritmo es una forma trazada en el tiempo” decía Ezra Pound.

Lunes, más tarde. Napolitano me dice que mudan las biblioteca donde trabaja en el Conservatorio Nacional. Mudar libros… Casi que es mejor quemarlos. Después me manda una foto una edición de Atlántida, la ópera de Falla.

Martes. 2 de abril. Leo una frase que dijo Néstor el 2 de abril del 2004: “No hay nada que se pueda recuperar de rodillas, se recupera por la paz, con amor, pero con dignidad.”

Miércoles. El lector literal en sus limitaciones para leer ofrece indignación. Luego, si obtiene poder, prohíbe. Pero tampoco es aconsejable leer siempre hasta el final. Hay que saber parar. Si uno lee hasta el final, primero se condiciona, y luego, se destruye. La luz del conocimiento también es la luz de un fuego masoquista.

Miércoles, más tarde. El lector literal entiende la democracia como una abstracción y no como una práctica. Luego, reclama que todo se democratizado. La estética, la ética, la vida privada, el sexo... Así va construyendo su deseo oculto de totalitarismo. Extremar la democracia por la fuerza implica una negación de la democracia. Lo estudia el viejo arte de la dialéctica, base de la política, hoy un poco ausente del debate contemporáneo. Ezra: “La pereza es la raíz de muchas malas opiniones.”

Jueves. Movilización de la CGT. Al mediodía, en la columna de UPCN Cultura, nos mojamos con dos chaparrones que duraron una hora y media. Después, voy hacia Congreso para encontrarme con Napolitano. Hay mucha gente. Me cuesta pasar. Cada tanto, entre las banderas, se escucha una bomba de estruendo. “Qué lugar para citarse con Napolitano” pienso. Finalmente nos encontramos y salimos de la movilización. En el bar que está cerca de Favaloro, tomamos algo y me regala unas veinte revistas Nosotros que separó para mí. También hablamos de Prokofiev, de Ginastera y de Stravinsky.

Viernes. Paso la semana leyendo los tres tomos de El cielo es de los halcones de Néstor Barrón con dibujos de Walther Taborda. Tiene un ritmo intenso, pero al mismo tiempo logra mucha densidad de detalles. Me emociona esa lectura.