Lunes. De cara a las próximas elecciones, Mavrakis me escribe “No me interesan las encuestas ni los panoramas racionales de motivos o causas lógicas.” Es la posición de alguien que busca la forma. La literatura argentina mantiene esa pelea. Nuestros ilustrados van hacía ahí, levantan ese guante, se adjudican esa pesquisa, una búsqueda de la forma, al estilo soterrado de Gombrowicz. En un país sin clasicismo, puro romanticismo moderno en tensión, la forma parece ser el gran desafío. Esta condición se agudiza en el siglo XX. Véase Borges, traducciones de Barthes, universidades, academias, semiologias varias, etc.
Pero, en realidad, la ideología y el poder, y su praxis, se presentan como un hojaldre de miles de capas de relaciones, conveniencias y equívocos, que implican un gasto de energía y comprensión, en definitiva, un desafío mucho más grande, incluso a nivel físico. Hay que ir, hay que estar, hay que verlo, hay que apostar. Ningún ensayista ni novelista debería privarse de esa experiencia, por lo nutritiva y porque siempre aprendemos en la decepción, nunca en el entusiasmo o la placidez. Le dije a Mavrakis que en esas cosas también pienso cuando veo una foto de un Pollock.
Martes. Pasolini, del discurso para el Congreso del Partido Radical de 1975, leído después de su muerte: “Profetizo una época en la que el nuevo poder usará las palabras libertarias de ustedes para crear un nuevo poder homologado, para crear una nueva inquisición, para crear un nuevo conformismo y sus clérigos serán clérigos de izquierda.”
Miércoles. ¿Por qué los artistas afectados rechazan la taxonomización de su arte en géneros y escuelas? Por debilidad. Por narcisismo. Y porque la taxonomización es una demanda interpretativa fuerte. El artista dice: “No, experimente, no lea la etiqueta.” Pero la etiqueta también es un arte, como ya sabemos desde hace siglos.
Jueves. En YouTube, no sé de qué manera, encuentro el registro de dos colombianos o mexicanos, no logro distinguir su acento, que visitaron Ordos, en China, una ciudad de Mongolia, moderna y vacía. Qué emoción me dan esas calles vacías, esos parques sin gente, esas plazas desiertas. Qué profundo placer me produce fantasearme ahí. Al parecer la mitad de China está vacía y las autoridades comunistas diseñan y construyen ciudades al oeste. Pero nadie las habita, nadie viaja, nadie las ocupa. A esa ciudad, necesariamente tranquila, me llevaría ¿Qué es la ilustración?, la compilación de ensayos que hizo María Jimena Solé. Creo que mi lectura ahí sería muy diferente. Los subrayados serían otros subrayados.
Viernes. Destruir genera identidad. Götzen-Dämmerung.