Lunes. Cada tanto me duele la muñeca. Sobre todo cuando levanto algo pesado. Tuve que sacar un colchón de una cama y fue terrible. Pero no me duele mientras escribo. Mientras escribo no me duele nada.

Martes. Cecilia Kampff citó a Freud en Twitter: “Cuando el caminante canta en la oscuridad desmiente su estado de angustia, mas no por ello ve más claro.” Es una frase de Inhibición, síntoma y angustia, un ensayo publicado en 1925 o 1926 y cuyo título todavía hoy impresiona. ¿Hasta qué punto Freud no nos moldeó él escribiéndonos y describiéndonos? Es tentador pensarlo como un Shakespeare inventando lo humano del siglo XX pero la verdad inevitable es que la angustia ya estaba ahí. (Otro tema aparte sería pensar por qué los psicoanalistas refundan la historia en cada sujeto. O más bien, porque para ellos no hay historia, salvo la historia personal, agua para la neurosis del narcisismo, gestualidad muy porteña -Buenos Aires y Rosario-, gestualidad liberal: conmigo empieza y termina el mundo y su tiempo.)

Miércoles. Ayer caminé por Barrio Norte. Llegué desde Once, donde bajé del subte. Ya era de noche. Había llovido y la ciudad tenía esa indiferencia que ofrece cuando la tormenta pasó. Busqué la calle Ecuador donde le compré a un librero on line un libro sobre Marina Mercante. El librero había sido marino y me preguntó si yo también lo era. Le dije que no, que era un simple historiador, y creo que no mentí. Luego conversamos un poco sobre la formación de los mercantes en la Escuela de Náutica Manuel Belgrano. El marino estaba indignado con una indignación vieja y ya asimilada. Siendo un país marítimo, la Argentina no tiene Marina Mercante, disuelta en la década del 90, es historia conocida, pero sí tiene escuela de náutica, y una muy buena. El libro que le compré se llama De la marina mercante, algo para no olvidar y son las memorias del capitán Rafael López Cambil, editadas en 1966. “Quizás lo que más duela es que tuvimos una edad de oro” me dijo el librero. Y lo entendí. Cuando me despedí, fui hasta la Casa Museo de Ricardo Rojas, que aunque desde luego estaba cerrada, me gustó visitar un vez más. (Con ingenuidad, traté de pensar cómo eran las noches para Rojas en esa casa…) Pasé también por una Asociación de Psicoanálisis que en su cartel decía “fundada por Oscar Masotta en 1974” y por una tintorería japonesa muy iluminada a la que le saqué una foto. Adentro una mujer planchaba. En la pared, había un retrato del Papa Francisco.

Miércoles, más tarde. Leo una vez más la entrevista en la que Oscar Steimberg cuenta que lo fue a ver a Ricardo Rojas cuando tenía quince años, le llevó unos poemas y Rojas le dijo que había que hablar de política. (Casi señalando que la poesía era una boludez.)

Jueves. Uno piensa mejor si hace ejercicio físico. Esa es una verdad. Ayer fui a ver Joker de Todd Philips con Joaquín Phoneix. ¿Primera impresión? Una película sin risas, casi sin humor, o con un humor negro. No, no, sin humor. En algún punto parece cine neorrealista italiano pasado por un filtro pop. La tragedia personal, sumada a la sociedad implacable, indiferente, egoísta… La lectura de crítica macrista neoliberal se impone. Tomas Wayne, en un momento, habla como Macri. “Nosotros que hicimos algo con nuestras vidas, nos envidian....” Llegamos al punto en que todo se cruza tanto que los grandes estudios de Hollywood deciden tratar un supervillano divertido y cruel con temáticas psiquiátricas. Los puristas de lo impuro, o sea los puristas del pop, van a detestar la película. En Netflix no se consigue eso.

Jueves, más tarde. Le dieron el premio Nobel de Literatura a Peter Handke. Creo que está bien. Luego, ya en la web, recién despertado, veo que lo comparte con una poeta polaca a la que no conozco. Las relaciones públicas de los libros ¿están mal? Quizás, pero vivimos de esos equívocos. No veo por qué negarlos. El mapa siempre es claro, contradictorio y claro. Negar eso es negar la historia. De un lado de la calle, el psicoanálisis, del otro, el historiador de la literatura. En algún lugar intermedio la tintorería, la religión y el mar.

Viernes. La escuela de la náutica fue fundada en 1799 por Manuel Belgrano. En su momento, era el único lugar de Buenos Aires donde se podía recibir formación técnica. Leo viejos correos de mi casilla de e-mails y decido no borrarlos. No sé por qué. Sobre el final de la jornada, me da la sensación de que todo está conectado.