Lunes. “¿Sabés qué es Alberto?” me preguntó Carlos Godoy. “Es lo simple, bien hecho” respondió él mismo. Me impresionó la frase y la descripción. Lo simple, bien hecho. Le di las gracias. Una frase así siempre es útil. Siempre.
Martes. Malvinas, Malvinas todo el tiempo. Escribo poco sobre Malvinas acá, porque estoy todo el día con Malvinas allá. ¿Algo para decir? Hacia 1985 o 1986, yo tendría diez años, no mucho más, mi viejo me trajo en tren desde Ramos Mejía a Caballito. Siempre andábamos en auto. Esa tarde, no sé por qué, nos tocó ir en tren. Aunque ya había viajado en el Sarmiento varias veces, para mí era una novedad hacer el recorrido con mi padre, que siempre andaba en auto. Me acuerdo que nos sentamos uno al lado del otro. El vagón no iba lleno ni vacío y en una estación subió un hombre vestido con un pantalón camuflado y una remera verde. Con prolijidad fue repartiendo unas banderitas argentinas al pasaje. Apenas lo vio mi viejo me llamó la atención. Cuando llegó hasta donde estábamos, se paró y me hizo parar. “Vamos a saludar a este señor que estuvo en la guerra” me dijo. El hombre, que en ese momento debería ser muy joven pero para mí era un adulto y por lo tanto muy grande, le dio una banderita a mi viejo y mi viejo le dio la mano. Después le hizo un par de preguntas con tono castrense. Dónde había estado, con qué regimiento, en qué compañía. Mi padre era usualmente un hombre tímido y dulce, más que tímido, ensimismado en sus cosas. No se distraía con nada. Pero en ese momento le conocí otra gestualidad, más dura. Habla con una voz firme y directa. El hombre de las banderitas respondió sus preguntas con precisión y sin dudar y mi viejo le dio dinero. No sé ni recuerdo cuánto. Después me hizo darle la mano. “El señor es veterano de Malvinas, por eso lo saludamos y lo felicitamos” dijo mi viejo. Me acuerdo que tenía una mano seca y que no me apretó. No me acuerdo su cara. Después de eso mi viejo agarró al veterano de los hombros y se abrazaron. Me llamó la atención eso. Me llamó la atención que el veterano también lo abrazara, que le diera las gracias tantas veces. No me acuerdo nada más del viaje. Pero me acuerdo que yo sabía bien qué era la guerra de Malvinas, dónde quedaban las islas, quienes eran los ingleses y, a grandes rasgos, qué había pasado. Hace poco me reecontré con Ricky Albano, mi compañero de banco en la primaria. No nos veíamos hacía años. Hablamos mucho. Tiene tres hijas. Vive en el Tigre. No se lo recordé pero él a principios de 1982, en la puerta del Normal 4, me enseñó una canción de cancha con una letra adaptada para la guerra. Todavía me la acuerdo. La canción es mi primer recuerdo de la guerra y ese viaje en tren el primero de la posguerra. Hace unas horas, el presidente chileno Sebastián Piñera dijo que Chile está “en guerra contra un enemigo poderoso”. La frase me impactó. Luego, el general en jefe de defensa nacional Javier Iturriaga del Campo le dijo a la prensa: “yo soy un hombre feliz, no estoy en guerra contra nadie.” Se habla de unos cincuenta muertos asesinados por el Ejército en estos días en Santiago, quince reconocidos oficialmente.
Miércoles. El silencio es hermoso para el Horacio Quiroga de Los perseguidos.
Jueves. En 1913 el acorazado Bremen de la marina imperial alemana realiza una escala en Buenos Aires. Un grupo de sus oficiales sale de recorrida por la ciudad, visitando entre otros lugares, el Jardín Botánico. Ahí se sacan una foto. Falta un año para la guerra, quizás menos. Una foto, muchas historias posibles. El veterano de la guerra de Malvinas César Trejo siempre repite la misma frase: “Peronizar malvinas y malvinizar el peronismo.”
Viernes. ¿Por qué ahora Malvinas? Porque acabo de terminar un libro largo sobre Malvinas. Terminar un libro siempre es difícil en lo emocional, son demasiadas sensaciones encontradas. Uno sabe que puede, pero también duda. Terminar es llegar, pero no llegar del todo. Empieza el proceso de corrección, que es lento y pantanoso. Y luego llega el de publicación que es agridulce. Más largo es el libro, más tiempo uno pasó escribiéndolo, más ambigua es la sensación, esa mezcla de desorientación, felicidad y conclusión.