Domingo. Estoy en Ushuaia. El aeropuerto de la ciudad se llama Malvinas Argentinas. Viajé en un horario incómodo y algo ridículo de cuatro de la mañana, pero eso me evitó mucho tráfico en la ciudad y mucha gente en Aeroparque. Aterricé en la isla a las ocho. Tomé un taxi, que bordeó el canal y me llevó a un bar del centro, en la avenida San Martín donde desayuné mientras leía la biografía que Canclini hizo de Popper. Después empezó a llover. “Estoy en el fin del mundo” pensé, con una alegría que me sorprendió. Después fui hasta mi hospedaje en la calle Kamshen, cerca de la montaña, arriba, cuya vista me conmovió. Es raro estar en un lugar tan especial sobre el que leí tanto. Se parece a caminar dentro de un libro.

Más tarde. La biografía de Arnaldo Canclini se llama Julio Popper, Quijote del oro fueguino. Me gusta cómo está escrito y lo que cuenta. Canclini narra bien, toma la distancia justa de su personaje, pero lo cita y lo acompaña en sus viajes y por momentos no puede sustraerse a la potencia de Popper, de su abrasividad, y entonces es como si el mismo rumano estuviera escribiendo el libro. Ahora bien, el oro fueguino fue poco y nada, y ser Quijote de eso… Agreguemos que el Quijote de Cervantes estaba loco, en una locura productiva, de acuerdo, pero loco al fin. (Y tal vez después de todo, algo esté diciendo Canclini al comparar a un explorador con ese personaje.) Mientras tanto, en Ushuaia hay muchos museos. De hecho, es una ciudad de museos y restaurantes, entre las montañas y el mar.

Lunes. Mi departamento está casi sobre la montaña. Hay que subir dos veces, dos o incluso tres muy empinadas lomas, para llegar desde la costa. No son más de quince cuadras pero todo cuesta arriba. Incluso para bajar hay que pisar con cuidado. El departamento tiene un balcón grande que da al canal y a las montañas nevadas. Hoy amaneció con sol, lo cual hace que todo sea todavía muchísimo más bello. Ayer en un local de la avenida San Martín donde se venden remeras y recuerdos compré Islas Sandwich del sur de Canclini, Los indios del último confín de Tomás Bridges, editado por el mismo Canclini, un Diccionario Shelknam de José María Beauvoir, y un catálogo de etnografía y arqueología naval de un tal Miron Gonik. Hojeo el catálogo de barcos que tiene una excelentes explicaciones gráficas del uso de las velas en el siglo XIX. Mientras lo hago, entiendo que si Popper es Quijote del oro, Canclini sería nuestro Cervantes del sur.

Martes. A la tarde, con sol, me fui al Museo del Fin del Mundo. Llegué y estaba empezando una visita guiada. Me sumé. El guia se llamaba Claudio y hablaba sin parar. Tenía puesta una remera con un esqueleto y contaba con mucha precisión sobre indios, misioneros anglicanos y salesianos, presos que trabajaban en la ciudad y náufragos de todo tipo. Mientras narraba, iba comentando con diferentes puntos de vista la historia de la ciudad y la provincia. Cada tanto ilustraba con fechas y números demográficos. Cuando él llegó, con doce años, en 1983, decía, Ushuaia tenía trece mil habitantes, hoy son casi setenta mil.

Miércoles. Los turistas melancólicos piensan “¿viviría acá?” cada vez que visitan un lugar que les gusta. Yo lo hago. Cumplo ese rito mental. Y ahora pienso cómo sería vivir en Ushuaia, pero luego también pienso qué novela se puede escribir. Ese es otro gesto melancólico: el del novelista que todo lo que ve y experimenta tiene un rebote rápido en la proyección de su escritura. Es un acto reflejo: cómo narrar eso que me está pasando.

Jueves. Visito la sede de la Editorial Cultural de Tierra del Fuego, dirigida por Federico Marcel que me regala muchísimos libros. Su trabajo en estos años fue vital para el libro fueguino. De los libros que me regala destaca Esas mujeres en la patagonia austral de Jorge Castelli y Patricia Halvorsen, una historia de la prostitución en la Patagonia. Acá en verano recién a las nueve y media se hace de noche. El día es largo y muchas veces con sol hasta esa hora. Las nubes se abren a las ocho de la noche y el sol da contra los edificios y las montañas. A medianoche, todavía se ve luz en el horizonte. El mítico Canal del Beagle es de un gris azulado, y sus aguas son mansas, lejos de los huracanes y las tormentas de la convergencia de ambos océanos más al sur.

Viernes. El libro de Canclini me gusta. Duermo como una piedra. Estoy empezando a entender que el oxígeno de Tierra del fuego me droga con su pureza.

Sábado. Ushuaia es una ciudad del futuro. Cuando el mundo termine, Ushuaia va a seguir viva, dando testimonio de lo que viene, ignorante, como hoy, de toda la neurosis ajena.