Lunes. Voy al banco. Trato de leer mientras espero para ser atendido. ¿Por qué es tan dificil? Hago el esfuerzo y me concentro. Mientras leo escucho a una mujer en un box, hablando con un empleado del banco. Me llegan fragmentos de la conversación. La mujer insulta. El estilo de su habla es indignado. En el banco, la estética apunta a generar confianza pero la ansiedad de la espera se proyecta contra las cosas, las dudas surgen, el tiempo se diluye. Time is money. En el banco el dinero se puede sentir en las paredes y en el aire por eso es difícil leer ahí. Letra y dinero nunca se llevan bien.

Martes. Me voy unos días con mis hijos a unas cabañas en General Las Heras. Hay desayuno compartido en un gran salón, donde por las noches cenamos casi solos. Hay un pequeña piscina, una arboleda, un estacionamiento. Cada cabaña tiene su aire acondicionado y su parrilla. En la pequeña ciudad, hay una iglesia, un colegio, una plaza central, heladerías, bares. (Escribí sobre Las Heras, pero hace mucho que no volvía.) En una silla baja, con árboles de fondo, leo sobre el Atlántico Sur. Pero también a Heidegger. La pregunta por la cosa arranca con la risa de la muchacha de Tracia y Heidegger dice, veterano ya de algunas batallas, que está bien que se ría.

Más tarde. Ahí donde está el peligro crece también lo que nos salva, decía Holderlin. Es una frase aplicable a la Provincia de Buenos Aires, a la llanura, a esta zona del mundo. Acá, con mis hijos, me voy purgando de la letra, de su suciedad, de su carácter residual, de sus toxinas y su corrosión. En poco tiempo, dos o tres días, me sano de esos restos y estoy listo para volver, con las energías altas, con la mirada límpida sobre la pantalla. Mientras tanto, saco fotos de casas viejas, destartaladas, llenas de manchas de humedad.

Miércoles. Ruben Rada cantaba “Siempre en los conciertos pasan cosas raras.” Y Arlt una vez escribió: “No creo en la paz ni en la soledad de nada.”

Jueves. Escribir intoxica, sí, desgasta. Leer también, pero una vez que se tiene el hábito es muy difícil dejarlo. Uno aprende a relajarse leyendo.

Viernes. Aquí estamos, de vuelta en la ciudad. Bienvenidos a la casa de la hermenéutica infinita, otra vez.