Lunes. El martes de la semana pasada me quisieron robar la bicicleta. Iba por una calle en pendiente, a una buena velocidad. Dos pibes aparecieron desde la izquierda. Uno gritó que le diera la bicicleta. Tenía un arma. No llegué a ver cuál, pero vi el caño y la boca, redonda y perfecta. Como aparecieron muy cerca, desde la derecha, me caí hacia la izquierda. Aterricé con el codo y la cadera. Me debo haber pegado un golpe importante porque los ladrones, inexpertos, desaparecieron, y dos vecinos se acercaron a ayudarme.
El auto que venía atrás paró. Uno de los vecinos estaba asustado. Me dijeron que me llevaban al hospital. Tardé un poco en recuperarme. Pero a los minutos, agradecí, dije que no tenía nada, me subí a la bicicleta y empecé a pedalear. Entonces empecé a ver que el codo se había hinchado. Me dolía también un golpe en las costillas. Tres horas después fui al Hospital Italiano y me hicieron unas placas y un medio yeso para inmovilizarme el brazo. Después, una tomografía. Ayer un traumatólogo, en la misma oficina que el otro traumatólogo, el de la mano derecha, vio esa tomografíua y me dijo que tenía una fractura sin corrimiento. Agregó que lo mejor era tener el brazo inmovilizado una semana más. Pero yo ya me había sacado el medio yeso y me había puesto a escribir. Me tengo que cuidar el codo izquierdo. La noticia es que, en comparación, mi mano derecha sanó. Ahora la cierro y siento que es de piedra, firme, confiable. En cambio, el brazo izquierdo lo percibo frágil, lento, temeroso. Las manos en el teclado de la computadora se van adoptando de a poco a esa incomodidad sobre la izquierda. Es como la lamida inoportuna de un fantasma.
Martes. En las redes, una foto de un cartel. Alguien subrayó la frase “Confía en Dios y no en tu inteligencia.” Se la paso a todos pero solo Napolitano responde: “En muchos casos puede ser una salida.” Yo digo: “No es tan simple la cosa, no? No es tan ironizable.” Napolitano: “Es una invitación a salir de la neurosis.” Propongo una variación: “confía en tu fetiche y no en tus fobias.” Napolitano: “El neurótico confía en su inteligencia por eso no puede salir de sí mismo.” Yo: “Confía en tu deseo, no en tus especulaciones.” Macke agrega: “Por eso los católicos duros como Richards no necesitan el psicoanálisis.” Después Vecino y Alcácer empiezan a hablar de las primarias de Estados Unidos y yo cierro la discusión con: “Confía en Dios, hijo de puta.”
Miércoles. Un poema escrito por un robot que habla del amor y de la muerte. ¿Habla el poema o habla el robot?
Jueves. “La risa ajena de la propia desgracia es insoportable. La única forma de combatirla es no escucharla o reírse de uno mismo. Pero para ambas cosas se necesita inteligencia. El poder propone una tercera opción: destruir al que ríe. Antes no te podías reír del poder. Ahora no te podés reír de nadie. Mañana simplemente no vamos a poder reír. Solo reirán los monos, y se van a reir de nosotros.”
Viernes. El coronavirus llegó a la Argentina y en una ortopedia de Belgrano sacaron un maniquí a la calle con un cartel que dice “Barbijos: 50 pesos.” Un muñeco con un barbijo y un precio. Me quedé mirándolo un rato. Le saqué una foto. La tarde estaba soleada y hermosa. Pero no pude evitar estornudar.