Mundo Cine

La primera vez que fui a Gijón apenas pasé por la ciudad, era invierno y un día muy ventoso, y no conocí a Fran Gayo. Un par de años después, en verano y en 2005 -ya pasaron veinte años, y veinte años son un montón-, fui a Gijón a encontrarme con Fran, a quien no conocía en persona, quien por ese entonces era músico del dúo Mus y programador del Festival de cine de Gijón.

Antes de entrar al cine escuchamos, desde la puerta, que un tráiler -que no llegamos a ver- se refería a Los Pitufos. Hay una película animada de Los Pitufos. Otra, una nueva, de ahora, de 2025. Los Pitufos, los azules, fueron creados en 1958, y la serie de televisión apareció en -fue cosecha- 1981. Después dieron el tráiler de la versión “live action” -qué horror el uso del lenguaje en estos tiempos- de Cómo entrenar a tu dragón, basada en la película de 2010. Después vino el tráiler -el avance o la cola, decíamos antes- de Lilo & Stitch también “live action” (la Lilo y Stitch original es del año 2002). La plaga del “live action” podría ser un documental con cierto atractivo, o un lindo artículo que no tengo ganas de hacer porque implicaría ver esas películas que son versiones de otras películas que ya vi animadas. Después del tráiler de “la nueva” Lilo y Stitch, y de unas publicidades de restaurantes cada vez más feas, empezó la película que íbamos a ver: Looney Tunes, el día que la tierra explotó.

Director extraño Robert Zemeckis, que ha probado muchas veces en su extensa y exitosa carrera que se puede buscar sorprender aún en el mainstream más mainstream. Y si uno revisa su filmografía verá conexiones no solamente con el cine masivo sino además con lo verdaderamente popular, lo perdurable en la memoria colectiva: es innegable el poder de amalgamar sueños y emociones y respuestas e interpelaciones colectivas de las Volver al futuro, de Náufrago, de Forrest Gump. Incluso uno puede pensar -y acertar con seguridad- que lo que más interesaba a Zemeckis, en su película Beatle, Quiero tener tu mano, de los principios de su carrera, era la conexión de la banda con el público y no tanto la propia banda.

Ya está por empezar la vigésimo sexta edición del BAFICI (1 al 13 de abril de 2025) y aquí va una pequeña lista comentada de recomendadas entre la programación. Dejo de lado en esta ocasión, en este texto, las películas de las competencias y las películas argentinas y me concentro en otras zonas del festival. Eso sí, estas son apenas algunas de mis favoritas, faltan muchas otras de esta edición. Pero basta de aclaraciones.

Esta columna se publicará, o se publica, o se publicó, el lunes 17 de marzo. Un día después, el martes 18, será o es o fue el anuncio de la programación completa del vigésimo sexto BAFICI. Pero una semana antes del 18 se anunciaron veintiséis películas de la edición. Aquí dos de ellas que me gustan particularmente y que están conectadas porque ambas transcurren en casas que son palacios, en ambas sobrevuelan fantasmas, en ambas hay diversas máscaras y ambas son de esas películas que pueden pasar desapercibidas en un festival y merecen ser vistas. 

Gene Hackman cumplió noventa y cinco años a finales de enero. Y la noticia de su muerte se conoció a fines de febrero, pero se investigan la fecha y las causas. Investigar investigaba Hackman en Night Moves, aquí llamada Secreto oculto en el mar, de Arthur Penn, de 1975. Pero vayamos a la otra punta de la vida. El año de nacimiento de Hackman: 1930. El mismo año en el que nacieron Jean-Luc Godard y Clint Eastwood, nada menos (¿habrá gente que estudie la capacidad de un año en particular de producir talento?). Godard decidió morir en 2022, pero trabajó hasta cerca del final. Eastwood sigue en este mundo, y hace muy poco se estrenó su última película, que siempre esperamos que no sea la última. Hackman se había retirado de la actuación hace veinte años.

Cifras y otras realidades -la última película de Clint Eastwood no pasó por los cines en muchos países, por ejemplo- podrían llegar a indicarnos que el cine se está haciendo cada vez más chico. Sin embargo, incluso en este contexto, o sobre todo en este contexto, puede aparecer una película que se presente, orgullosa, como si no le importaran esas cosas, como si decidiera ignorar que la película más vista de 2024 fue Intensa-mente 2 o Moana 2 o alguna de esas. Es decir, mientras vemos los peligros de un cine más empequeñecido, aparece una película de las grandes, de esas que pueden refundar por sí solas las ganas de ver cine en la mejor pantalla y con el mejor sonido posible. Eso genera Un completo desconocido -y hay que anotar el título original A Complete Unknown por cuestiones obvias y para que ya suene la canción- de James Mangold, la película que cuenta a Bob Dylan entre su llegada a Nueva York y la electricidad de Newport 65.

En este mes que comienza, el 22 de este mes que apenas comienza, es decir el 22 de febrero, es decir el 22 del 2 -los tres patitos-, se cumplirán 125 del nacimiento de Luis Buñuel, a quien hay que recordar siempre, y quizás más aún -más que siempre, qué tontería- cuanto se están por cumplir un siglo y un cuarto de su nacimiento. Qué significativo nacer en 1900 y definir el siglo por explorar y expandir el cine, el arte del siglo XX. Ya viejo, decía Buñuel en Mi último suspiro, el libro que uno debería tener si se pudiera tener un solo libro: “El año pasado calculé que en seis días, es decir, en 144 horas, no había tenido más que tres horas de conversación con mis amigos. El resto del tiempo, soledad, ensoñación, un vaso de agua o un café, el aperitivo dos veces al día, un recuerdo que me sorprende, una imagen que me visita y, luego, una cosa lleva a la otra, y ya es de noche.” 

Juror #2, Juror Nº 2, Jurado #2, Jurado Nº 2, Jurado nº 2. La última película de Clint Eastwood, desde el título, se plantea como una molestia, como algo que no encaja. En Wikipedia el título de la entrada es “Juror No. 2”. Y luego puede leerse que “el título correcto de este artículo es Juror #2, pero, debido a limitaciones técnicas, no se puede representar correctamente”. Si uno investiga las “limitaciones técnicas”, dice así “Caracteres prohibidos. Los títulos de los artículos no pueden contener los siguientes caracteres: # < > [ ] | { }”. Una película difícil para ser comunicada, para ser vendida, ya desde su mismo título. Dicen que más de un espectador más bien desatento -la mayoría de los espectadores posibles- no quiso ver la película porque “no había visto la primera parte”.

Vi, casi dos meses después del estreno en los cines, Joker 2, que no se llama Joker 2 sino Joker: Folie à Deux. Pero acá le pusieron Guasón 2: Folie à Deux, que tiene dos dos en el título, porque deux es dos. Sabía que en el momento del estreno la mayoría de la crítica había publicado artículos en contra. Y sabía que era -es- una película de Todd Phillips, que nunca había hecho una mala película -sí, digo dos veces película- y que había hecho por lo menos dos de esas que podemos decir geniales, porque están tocadas por el genio, el duende, el hada, la gracia, vapores y humores inasibles pero evidentes que podían venir de Phillips y/o con los que Phillips actuaba de mediador porque venían de otro lado. Pero no hablemos de estos esoterismos. Además, Joker 2 había enojado a parte del público (molestar a los dos entes, la crítica y el público). Seguramente haya enojado a esa parte del público que no quiere ver cine sino ver una marca de tal o cual sello de superhéroes y no sentirse defraudado.