Ni me había dado cuenta, no había leído nada sobre el asunto, pero el 9 de mayo pasado se cumplieron 20 años del estreno, como película de inauguración del festival de Cannes ese año, de Moulin Rouge! de Baz Luhrmann. Y dividió a críticos y espectadores. Algunas revistas de cine la pusieron en las tapas de sus números posteriores a Cannes y le dedicaron artículos con grandes elogios, como en el caso de Film Comment, con un inspirado artículo de Kent Jones. Tres meses más tarde, la película se iba a estrenar en Argentina con el título de -no lo recordaba, por suerte- Moulin Rouge!: Amor en rojo.

La primera vez que vi Moulin Rouge! fue en una función privada en el microcine de -en ese momento- Warner/Fox en la calle Tucumán. Luego de esa función había que decidir si la película ameritaba la tapa de la revista El Amante de agosto. Se decidió que sí. Y pedí escribir. Y me asignaron la crítica. Esa crítica, con el título “Tontas canciones de amor” cambió mucho mi trabajo en la revista, y de ese punto de inflexión se derivaron muchos más cambios. Creo que no exagero demasiado si afirmo que esa crítica cambió mucho mi vida. Sin embargo, no me había dado cuenta de los 20 años de Moulin Rouge! hasta que alguien en Twitter, Carlos Loyola Lobo puso esto desde Chile ( Link al Twit )Un rato después de encontrarme con el tuit me puse a releer lo que había escrito hace casi 20 años. Y me di cuenta de que hoy las críticas de cine ya no consiguen la atención que podían llegar a recibir hace dos décadas. Y que había una lógica de fluidez en los textos de El Amante a la que no era ajeno el elegante y funcional diseño a tres columnas de cada página. Y de que leer revistas en papel me habían moldeado como lector, y que yo había aprendido a leer con revistas -y mi madre- unos 23 años antes de Moulin Rouge!. Y que en unos siete años, antes de que termine esta década por ahora infame ya habrá pasado más tiempo de mi vida después de Moulin Rouge! que antes de ella. Y que al momento de escribir sobre Moulin Rouge! las cosas eran más o menos así, o yo las recuerdo así:

1. Las Torres Gemelas no habían caído. O no “habían caído”. Ya estaba inoculada la falta de reflexión sobre la terminología en los medios, y las fórmulas se repetían y ahí quedaban. “La caída”... Bueno, en realidad les pegaron dos avionazos y después cayeron. O sea, las tiraron, las cascotearon fuerte. “La caída de las Torres Gemelas” parece prometer un relato sobre la fatiga de los materiales. Hoy, sin embargo, el periodismo es muchísimo peor. Pero en 2001 no creíamos que fuera posible este lodazal infecto.

2. Veíamos VHS, el DVD estaba todavía en proceso de masificación, y hoy ya es una tecnología vintage. Y casi nadie decía vintage en 2001, ni tampoco VHS. Más bien decíamos “videos”, aunque a fines de los ochenta y a principios de los noventa decíamos “videocasete” y escribíamos “videocassette”.

3. En 2001 ya teníamos CDs pero los Discman no se habían impuesto del todo. De hecho, recuerdo algunos mixtapes recibidos en 2001 para escuchar en el walkman de casete. Es decir, casetes grabados con canciones elegidas especialmente. Canciones que provenían de CDs, claro, pero puestas en un casete de audio al que, claro, no le decíamos mixtape.

4. Si uno se perdía una película que se daba en un festival de cine iba a tener que esperar hasta una nueva oportunidad para verla, y esa oportunidad -si no mediaba un estreno comercial- podía llegar a tardar mucho. Y mucho en esos tiempos podía no ser meramente unas semanas o unos meses sino algunos años.

5. Los estrenos de cine organizaban buena parte de la agenda de las revistas de cine. Y había revistas de cine. Y los quioscos de revistas eran atractivos y un lugar en el que uno pasaba tiempo eligiendo y sorprendiéndose -o no- por las decisiones editoriales de los medios que a uno le importaban.

6. Estudiar crítica de cine en Argentina todavía no había pasado de moda. En realidad, todavía no se había puesto de moda. Eso vendría poco después.

7. Las películas no se veían en los teléfonos. En realidad los teléfonos no tenían pantallas a color. Y no todos tenían sus teléfonos celulares, a los quizás alguien todavía los llamara “movicones”. Estábamos lejos de hablar de “smartphones”, los teléfonos eran menos inteligentes, o menos inteligentes y metiches que ahora. Nosotros, bueno, nosotros nos podíamos llegar a sorprender si en un quiosco alguien usaba una calculadora para sumar el precio de dos o tres productos. Hoy no nos sorprende que alguien use una calculadora -o una máquina más sofisticada- para sumar 100 más 100 (caso real de esta semana, lo viví y todavía no morí de estupor; me he vuelto resistente, o tal vez indolente).

8. La película más vista de 2001 fue una de las Harry Potter, la primera de ellas, y la tabla de recaudación de las películas más vistas ya mostraba que el consumo de cine se había ido al tacho, como se fueron al tacho varias de las películas más vistas de ese año como Pearl Harbor y Hannibal. Moulin Rouge!, que estuvo muy lejos de entrar a los puestos principales, hoy es más recordada que esas dos y que muchas otras de las “exitosas”. Alguien hoy todavía podría comprar un Blu-Ray de Moulin Rouge!, pero andá a conseguir a alguien que compre aunque sea un pin de Pearl Harbor. ¿Ya habíamos dejado de decir prendedor en 2001?

9. Una película podía cambiarte la vida, y también hoy.

10. Una crítica de cine podía cambiarte la vida.