En los últimos 17 años John Waters dirigió cero largometrajes. Pero escribió y editó varios libros, incluso con éxito, ese resultado tantas veces esquivo para su cine. Hizo también espectáculos de stand-up, expuso fotografías, fue homenajeado en muchos festivales -también en el Bafici 2018, en donde pudo cumplir su sueño de conocer a Isabel Sarli- y en otras circunstancias, vendió fotografías y muchas cosas más. Pero todo lo que hizo en este período de más de una década y media no cambia el hecho que su última película es de 2004: Adictos al sexo (A Dirty Shame).

Ya van 17 años sin películas nuevas de John Waters (y de Adolfo Aristarain, porque Roma también es de 2004; Aristarain fue homenajeado en el Bafici 2013). Estas ausencias son otras dirty shames, otros desperdicios más y van demasiados; el cine del primer cuarto del siglo XXI no para de probarse como cruel y desdeñoso con muchos de los grandes del último cuarto del siglo XX. Probablemente ya no haya más películas de Waters, pero anunciaron que se va a hacer Cruella 2. Así las cosas, estas cosas y otras cosas, Caja Negra afortunadamente ha editado en castellano el libro de John Waters de 2019 (Mr. Know-It-All), que aquí se titula Consejos de un sabelotodo, o eso más La sabiduría desviada de un viejo repugnante.

Dice Waters que “no existe algo así como una buena cirugía plástica si los resultados están a la vista. (...) Dentro de poco, todas las personas de Los Ángeles lucirán iguales: no viejas, parte pez, parte androide, desesperadas y sorprendidas”.

Para leer más sobre muchos otros temas y también sobre el cine de Waters desde Polyester inclusive, pueden comprar el libro o pueden seguir leyendo esta columna luego de este anuncio comercial:

En ese programa de cine de 1968 podrán notar que en las funciones de la primera y segunda noche había quince minutos de “show musical”, y se advertía que Armando Rivas presentaba a Adelma Vera, folklorista argentina y sus guitarras. Resulta que en 1953 se había establecido la obligatoriedad del número vivo en los cines y todavía no se había terminado esa pesadilla para los exhibidores. Hubo presentaciones judiciales para no tener que cumplir con el número vivo -la del cine Callao, por ejemplo- pero el número vivo siguió viviendo, y en 1968 todavía estaba ahí.

Y ahora sí entonces más del libro de Waters, en esta ocasión en forma de los consejos que promete el título: “si logran hacer todo el ruido posible en los medios y conservar el sentido del humor, tanto el público como los futuros inversores dejarán de prestar atención a las recaudaciones decepcionantes de sus películas. Podrán pensar que la gente a cargo de esta industria a esta altura ya es más astuta; pero, por suerte, nunca lo será.”

Llega el momento de otra irrupción publicitaria, que también incluye consejos para ver una película del señor Lolouch:

Seguimos con otro consejo, musical esta vez, de Waters: “sean selectivos en sus gustos musicales a medida que envejecen. (...) Si no pueden influir en las tendencias de los tops, entonces considérense perdedores, y no en el sentido de Beck. Me refiero a mediocres como Prince. ¿Ven? Hay que causar controversia.”

Y antes de un doble programa de otras citas de Consejos de un sabelotodo, una propuesta de doble programa cinematográfico:

Luego de ese programa apto para todo público van las opiniones de Waters sobre los Beatles y el Papa:

“Odié a los Beatles ni bien aparecieron porque eran demasiado alegres”.

“Francisco, el Papa actual que todo el mundo parece amar, a mi entender, es aun peor que su antecesor. Anita Bryant hizo más por los derechos homosexuales que lo logrado por este fraude asimilador y falsamente gay friendly. Al menos ella nos hizo estallar del enojo e inspiró todo tipo de revueltas y furia contra su estúpida homofobia (que terminaría por costarle su carrera). Pero este tipo no hace nada y pretende ser visto positivamente por la comunidad gay. ¿Recuerdan esa canción de los Temptations, ‘Smiling Faces Sometimes’, que dice: ‘Tengan cuidado de la palmada en la espalda. Puede que les impida avanzar’? Eso es Francisco. ‘Maricas buenos’, parece implicar cuando dice: ‘¿Quién soy yo para juzgar?’ el matrimonio igualitario. ¿¡Quién eres!? ¡El puto Papa eres!”