Una película que transcurre en un festival de cine. Pero Woody Allen no le pone a su última película -hasta el momento- el nombre de ese festival -San Sebastián- sino que la llama Rifkin's Festival, el festival de Rifkin. Mort Rifkin (Wallace Shawn) es el protagonista de la película y su punto de vista es el dominante pero no el único. Hay algún momento en el que asistimos al avance del romance entre su mujer y su cliente, el director de cine francés, y es imposible que ahí esté el punto de vista de Rifkin. Hay otros momentos que analizados a las apuradas podrían pensarse como ajenos al punto de vista -a cuánto puede conocer, a la focalización- de Rifkin pero son sus sueños, y ahí hay punto de vista inapelable, o punto de sueño. Estos detalles, sin embargo, pueden ser más que ociosos para acercarse a la -hasta el momento- última película de Woody Allen. 

Que si el título…, que si la focalización…, que si el saber de Rifkin…, minucias para Allen, que está en otros lados, en otros paseos ya y desde hace ya muchos años y no tanto en pensar cejijunto en si sus películas son sólidas. En ocasiones intentó mayor “solidez” y enjundia y le salieron desastres como Match Point; a veces se despreocupó pero con trasfondo grave y jodido y le salieron desastres como El sueño de Cassandra. De todos modos, o de otros modos, incluso en el siglo XXI se ha enfocado y le salieron relatos admirables como Blue Jasmine. Y eso no fue hace tanto. Pero en otras ocasiones, muchas en el siglo XXI, ha tenido ganas de promocionar algún lugar en Europa -o de pasear por ahí- y de hacer estas liviandades como Rifkin’s Festival tendientes mayormente hacia lo placentero, hacia el hallazgo actoral frecuente, hacia el chiste que parece repentino, quizás falsamente encontrado ahí mismo, a veces debilitado por otros chistes que no logran disimular su escritura -demasiado- cavilada, demasiado pendiente de transmitir una cosmovisión que ya conocemos y que ya conocíamos.

Al cine de Allen hoy se llega casi siempre -bueno, habrá gente que vea esta como primera película de Allen en su vida, porque aunque traten de encerrarlos sigue habiendo niños y jóvenes-, con el territorio ya recorrido, con el mapa ajustado, desajustado y cambiado varias veces, con enojos diversos y diversas reconciliaciones. A Rifkin’s Festival se puede llegar ya casi extrañando el cine de Allen. ¿Cuántas películas más de Allen habrá? El señor nació en 1935 y a cada rato notamos que buena parte de los grandes directores vivos ostentan fechas de nacimiento en la primera mitad del siglo XX. Pero esos son otros lamentos, o parientes de los lamentos de Mort Rifkin. Mort extraña el momento de los grandes directores europeos: Fellini, Bergman, Truffaut, Godard… y hasta incluye a Claude Lelouch al hablar de la Nouvelle Vague. ¿Un chiste sobre la pedantería inconducente del personaje? ¿O no? Allen, o el personaje de Allen -actuado por él o por otros- del cine de Allen siempre prefirió a Bergman y a Fellini por sobre Hawks, Capra y Ford. Pero no vamos a discutir acá acerca de esas cosas, o a decir que El séptimo sello está entre lo peor de Bergman sino apuntar que es citada, como también son citadas -en sueños- El ciudadano, Une partie de campagne, Ocho y medio, Jules y Jim, El ángel exterminador y Persona. Allen se vuelve insolente, claro, y también felizmente impune. Y todo el asunto gana en liviandad y capricho placentero. Y otra vez los problemas de pareja, desde donde parte la película apenas iniciada, y la posibilidad del romance, y la música de las películas de Allen y las actuaciones de la gente con Allen. Louis Garrel demuestra, con esta película y con la última -hasta el momento- de Polanski que es uno de los grandes actores europeos del momento. Y el exitoso director francés que interpreta es una de las mayores creaciones cómicas del cine de Allen de estos tiempos. Una creación fulminante, artera y harta de tanto cine -del que circula por fuera pero también del habitual en festivales- meramente hecho por entes dispuestos a agradar a las corrientes de opiniones del momento y no creado por personas. Allen sigue siendo una persona, seguramente en homenaje a Bergman.