Cuatro libros de cine, o sobre cine; no, de cine, libros-cine. Cuatro libros de cine fueron los que leí con mayor atención, fruición, casi que los leí con anticipación, con esa ansiedad por tenerlos que me hacía imaginarlos. Esos cuatro fueron El cine según Hitchcock de François Truffaut, Ciudadano Welles de Peter Bogdanovich, Mi último suspiro de Luis Buñuel y Jean-Luc Godard por Jean-Luc Godard (título y autor unificados en el título, bien autoral).

Esos libros fueron subrayados, vueltos a leer una y otra vez. Uno de ellos más que los otros tres, y usado a repetición en clases durante más de veinte años. Ese fue el libro de Godard, el único de los tres que nunca tuve en formato original sino apenas unas fotocopias anilladas de la edición en la Breve Biblioteca de Respuesta de Barral Editores, de 1971. Me gusta que una colección se haya llamado Breve Biblioteca de Respuesta, y además le hace mucha justicia a un libro con textos de Godard, que siempre estaba respondiendo: al cine, al mundo, a todos y también a sí mismo. La edición original francesa había sido en 1968 y cerraba con el press-book de La Chinoise, de agosto de 1967. El año 1971 fue el año de la primera edición española, y venía con esta “Nota del editor”: “Para actualizar la versión francesa de Jean-Luc Godard por Jean-Luc Godard, se han incluido en esta edición dos nuevos enfoques a la obra del cineasta francés a cargo de periodistas de Le Nouvel Observateur. En ambos artículos -escritos durante 1970- se toma como tema central las ocho nuevas películas filmadas por Godard y que, hasta el presente, no han sido proyectadas comercialmente. Como se sabe, Godard está actualmente empeñado en realizar ‘políticamente películas políticas’ y de experimentar un trabajo en equipo que responda a ideales socialistas: de ahí las experiencias del grupo Vertov que trabajó en Palestina con militantes de Al Fatah.” Presto atención a la molesta coma después del título, y presto atención al agregado, porque son textos de otros autores, distintos a Godard (como lo es todo el mundo menos Godard y también incluso Godard). Es decir, el título del libro ya es un poco mentiroso en la edición española (¡una vez que traducen literalmente el título!).

Reviso esos dos artículos, dignos de una colección llamada Breve Biblioteca de Respuesta: los dos son contrarios a la decisión de Godard de desaparecer como autor individual y de unirse al Grupo Dziga Vertov. El primero es “Godard ya no está para bromas” de Michèle Manceaux. Un fragmento: “lo único que con precisión sabemos, es que el autor de la película francesa más bella de nuestra época: Pierrot el loco; el cineasta más inspirado de su generación, cosa que nadie niega; el único a quien copian y recopian en todos los países; ‘el más mierda de entre los suizos prochinos’, como alguien escribió en las paredes de la Sorbona, sigue siendo ‘irrecuperable’. No sólo recusa las leyes (capitalistas) de su profesión sino que ya no soporta el trato con quienes aún las toleran. Jean Luc-Godard, tras desvincularse de anteriores amistades, se impuso la prohibición de rodar películas que pudieran dejarle dinero. Ahora vive en la escasez rodeado de unos cuantos militantes, y realiza, o mejor dicho ‘intenta realizar políticamente películas políticas’.” Tropiezo con la coma posterior a sabemos y paso al otro artículo, mucho más contrario a la decisión de Godard, más extenso, que se titula “Jean-Luc Ex-Godard” y lo escribió Michel Cournot. En los pasajes finales, en el apartado “Fagocitado”, dice así: “Godard va por mal camino cuando permite que le fagociten unos intelectuales doctrinarios que, en lugar de aprovechar las dotes de Godard para la creación de un cine político, se las ingenian a fin de acallar esas dotes, vestigios burgueses, sin que entonces realicen alguna clase de cine. (...) Lo que más fastidia en las películas del Grupo Vertov, es que no estén hechas para nadie, que emanen un horrible ambiente de soledad, irrealismo e irresponsabilidad. Son películas intelectuales completamente cerradas sobre sí mismas. Hoy Godard vive aislado en la célula de ese grupo. De haber seguido solo, hubiese seguido junto a todos, y ya habría inventado algo más.” Más allá de la molestia que me provoca la coma después de Vertov, he citado mucho ese cierre del artículo de Cournot, festejando la insolencia de esta edición española de Jean-Luc Godard par Jean-Luc Godard. Después, importa el después, ya sabemos que Godard volvió a ser Godard, y que muchas veces ejerció esos derechos que en La mamain et la putain de Jean Eustache se decía que había que agregar a la Declaración Universal de los Derechos Humanos: el derecho a contradecirse y el derecho a irse”. Chau, JLG, te volviste inmortal y luego moriste. Y ya volviste a ser inmortal.