Cada diez años, los años terminados en dos, aparece la lista de Sight & Sound de “las mejores películas”. Voté en 2012, cuando ganó Vértigo de Alfred Hitchcock después de décadas de triunfos de El Ciudadano de Orson Welles, y volví a votar en 2022. Mandé los votos hace meses, y a los pocos días ya estaba arrepentido (o quizás ese mismo día después de responder), no solamente de los votos sino además del hecho mismo de votar en la encuesta, del sentido de las listas.
Por otro lado, me había propuesto escribir antes de la aparición de los resultados de la lista sobre mis dudas y cavilaciones y pesares acerca de estas votaciones un poco disparatadas de “gentes del mundo”. Pero no escribí sobre eso, en un punto me arrepentí de votar pero tampoco me obsesioné con el asunto, o me dediqué a hacer otras cosas más estimulantes. ¿Para qué escribir sobre estos dimes y diretes? Al final, solamente se trata de un canon de lo que llaman “occidente” con algunas participaciones de esos países que somos y no somos, un poco como antes había “World Music” en las bateas de las disquerías. “World Music”, “World Cinema”, “World Critics and programmers”, y los “Academics”. Qué ganas de volver a hablar sobre cine con gente a la que le gusta el cine y no “el mundo del cine” (gran hallazgo diferencial de David Obarrio).
Los resultados de la encuesta de Sight & Sound son, a todas luces, lo peor que le pasó al cine desde la temprana muerte de Fabián Bielinsky. Bueno, en realidad no a todas luces, porque hay mucha gente contenta con estos resultados, con el primer lugar para Jeanne Dielman, 23, Quai du Commerce, 1080 Bruxelles de Chantal Akerman. Y entonces hay críticos, de los “serios”, que pueden hacer notas en los medios -o en los medio medios- acerca de qué es esta película, de su importancia; y pueden también presentar a Chantal Akerman. Calculo que habrá gente contenta también con que por ahí anden Moonlight -que no Moonlighting, que fue lo primero que pensé, uy, que habían metido series- y muy muy arriba y Retrato de una mujer en llamas. Y más notas sobre por qué estos resultados son todo un hito para “las luchas” que se dan en las universidades de la Costa Este de Estados Unidos y que con estos votos están más cerca de tirar abajo las estatuas de John Wayne y de olvidar el cine de Roman Polanski. Ponerse a hablar de esta lista y a objetar y argumentar… no sé, me arrepentiría. O no, vaya uno a saber, y viva el derecho a contradecirse y a irse, ya lo vimos y lo escuchamos en La mamá y la puta de Jean Eustache, que ni está en la lista. Tampoco hay, en la lista, ni una sola película de Luis Buñuel, ni de Clint Eastwood. Pero no hablemos de Eastwood, y tampoco de Buñuel. Bueno, de Buñuel sí, manga de obtusos. La lista se invalida sola: no hay ni una película de Luis Buñuel. No hay Buñuel, no está Buñuel. Y hay cada cosa… en fin, Parasite.
La Sight & Sound 2022 es una lista con algunos clásicos de esos que están en los programas de las materias de “introducción a la introducción a la historia del cine a vuelo de pájaro” más un poco de “World Cinema” del obvio, del que te acerca en grandes ediciones Criterion, más todo eso que había que hacer ganar para que el “aire de los tiempos” de occidente, el zeitgeist de las cabezas borradoras que ahora se animan a votar películas recientes pero, eso sí, que no sean comedias. Porque las comedias, como ha pasado siempre pero cada vez más, no abundan. O casi que no están, las van haciendo desaparecer de las listas, porque los que votan son serios. Muy serios. Gente que, seguramente, cuando siente que necesita volver a sentir la pasión por el cine, se pone a ver a repetición Jeanne Dielman, 23, Quai du Commerce, 1080 Bruxelles de Chantal Akerman. Chau, me voy a reir con Buñuel, que siempre hacía comedias, o comedias disfrazadas de otra cosa. U otras cosas disfrazadas de comedia. Adoro, como Buñuel, los disfraces, aunque no tanto estos disfraces que le están poniendo al cine. Los conozco, mascaritas.