Aftersun de Charlotte Wells es una película para ir al cine a vivir eso que solíamos llamar ir al cine, actividad venturosa y a veces aventurera que conocíamos de tanto cine en las décadas más añoradas del cine por nosotros los de medio siglo, las dos finales del siglo pasado. Parece obvio, pero no lo es. O no es el caso de muchas otras películas de este mundo post mundial de Qatar, o Catar. O post Avatar.

Avatar 2 (o Avatar el camino del agua, como jipimente se hace llamar), por ejemplo, es también eso de ir al cine etc. Pero se trata más de una “experiencia” -esa palabra tan abusada publicitariamente- de calzarte un buen casco -o lo que sea que se use- de realidad virtual y sorprenderte fuerte, contundente, fugazmente. La Avatar del agua se termina y empieza a deshacerse, a deshilacharse la fascinación. Y uno empieza a pensar chistes con el personaje que hace Kate Winslet o que dicen que hizo Kate Winslet antes de que se convirtiera mediante las magias de James Cameron en la severa y grandota Aquawoman consciente de la relación atávica y new age con las ballenas súper vivarachas, en especial con la que compone canciones del top 40 de vaya uno a saber dónde. Sí, quedan algunas secuencias realmente impresionantes, quedan las pertinentes y múltiples citas de Cameron a John Ford, a Steven Spielberg, a John Huston. Y al propio Cameron, porque Titanic -uno de los hitos magistrales de Cameron- aparece una y otra vez entre los secuestros finales de los hijos de la pareja protagonista, a los que secuestran a cada rato. Y un poco en la película y sobre todo después de la película, a cada rato -o frecuentemente- volvemos a pensar si eso de aislarse en Nueva Zelanda le ha hecho bien a Cameron, al menos como director de cine, de ese cine en el que deslumbró Cameron. Y pensamos en las dos primeras Terminator, en Titanic y en la primera Avatar, que ya es una adolescente de casi 14 años -nació en 2009- y enseguida nos decimos que no, que Cameron se volvió otra cosa. Los trece años entre la Avatar uno y la dos -el largo camino del agua- nos hacen preguntarnos ¿trece años para esta estructura narrativa chirle y en bucle? Sí, todo eso con los brillantes destellos de brujo loco genial encerrado para generar imágenes que cada vez parecen tener menos relación o conexión o pasión con y por el cine y más con una “experiencia” audiovisual inmersiva. Quizás para Cameron eso sea el cine ahora, y por eso en Avatar 2 hace esta especie de catálogo de citas clásicas, de los setenta y de su propia última gran película antes de hacer gran post cine con la primera Avatar. Ahora, con este camino del agua, nos fascina y nos desorienta. Se anima a mezclar a Moby Dick con Tiburón, como lo había hecho la propia Tiburón. En la secuencia inspirada en la obra maestra marítima y escualar -neologismo por escualo, la superorden de los tiburones- de Spielberg hasta el músico Simon Franglen imita al “músico de Spielberg”, a John Williams. Más allá del brío wiliamsiano de prestado, la música de Franglen se hace opaca, monótona, tremendamente lineal, atada a lo que pasa, casi contando cada cosa que pasa, incluso las que no pasan, como algún golpe sonoro artero sin justificación en las acciones, una bajeza indigna del Cameron anterior a este Cameron aislado del mundo y del cine, este Cameron predicador del ecologismo ramplón, ecologismo nada cinematográfico. Sí, Avatar 2 tiene dimensiones extraordinarias, pero la mayoría de esas dimensiones no pertenecen a lo que conocíamos como cine. Quizás este neocine ya nos esté dejando atrás a los cinéfilos formados en las últimas décadas del siglo pasado. Pero cada tanto aparece una película como Aftersun, de la que hablaremos -o no- en el próximo boletín. Como adelanto de eso que ocurrirá -o no- diremos -bah, diré- inmediatamente que el debut actoral de la niña escocesa Frankie Corio es tan fulgurante y evidente en su relevancia, en su nacer al cine para el cine, como el de Jean-Pierre Léaud en Los 400 golpes de François Truffaut. Claro, es un nacimiento para un cine que quizás ya no sea el cine que se viene. O quizás sí, porque Aftersun, película sobre padre, hija y un lugar con agua, entre otros sucesos felices de estas últimas semanas, tal vez nos estén señalando caminos más venturosos más allá de los lamentos. Continuará. O no.