Todo en todas partes al mismo tiempo, el título en castellano, se vuelve trabalenguas, si hasta parece Tres tristes tigres, y recordamos a Raúl Ruiz y a Guillermo Cabrera Infante, artistas juguetones con las palabras y con mucho más. Everything Everywhere All at Once, el título en inglés, se desliza con menos ripios sonoros, se dice de un tirón, de una respiración.
La película -dirigida por Daniel (Dan) Kwan y Daniel Scheinert, a los que les dicen los danieles- tan de moda desde hace un año cuando se estrenó en SXSW, al principio es como su título en inglés, rápida y rítmica, graciosa y grácil, y respira a buena velocidad, en unas secuencias en las que los personajes brotan e interactúan con facilidad y precisión, en las que los diálogos se pican con la velocidad de un negocio que sabe que la utilización eficiente del tiempo es clave; en cada segundo hay un centavo en juego, o una unidad monetaria mayor. Ah, cierto, SXSW. Dice wikipedia, al toque nomás, que es “El South by Southwest es un evento que congrega diversos eventos y conferencias de películas, medios interactivos y música, que tienen lugar cada primavera en Austin, Texas, Estados Unidos. SXSW comenzó en 1987, y ha seguido creciendo en tamaño cada año.”. Entonces, SXSW es un festival de cine y más cosas sinónimas de lo cool, de lo indie, de estar en la pomada y de lo que ahora le dicen FOMO, que no es fome en chileno. Averigüen lo de FOMO, que no voy a andar pegando conceptos de marketing acá. Bueno, una película típica de las más rutilantes de SXSW, un juego licuadora moderno o modernoso, que no modernista, que ahora tiene muchas nominaciones al Oscar.
Everything Everything Everywhere All at Once tiene a Michelle Yeoh, la malaya genia del cine de artes marciales entendido casi -o sin casi- como una danza espectacular, rotundamente fotogénica. Y sí, es lindo ver a Michelle Yeoh con sesenta años copando cabezas, pateando culos -y sí, la expresión es mejor en inglés, pero el switch al inglés puede ser molesto-, rompiendo todo a su paso. También está Ke Huy Quan, también o antes conocido como Jonathan Ke Quan, el chico de Indiana Jones y el templo de la perdición y Los Goonies, ahora un señor cincuentón. Cinefilia orientada a oriente, cinefilia con condimentos de los ochenta, recuerdos y recuerdos, relieves simpáticos. Y también está -en su juego que es casi todos los juegos, con humor, hidalguía y esa presencia fuerte que afirma todo lo que estuvo alguna vez en duda- Jamie Lee Curtis. Y como si todo esto fuera poco está el todavía más veterano James Hong, que tiene más participaciones en cine y televisión que la cantidad de universos que se mentan en esta película. Bueno, no, pero así es el lenguaje, miente un poco, a veces, todo el tiempo y al mismo tiempo que dice alguna verde verdad.
Bueno, después de esas secuencias iniciales virtuosas, que pasan silbando como el título original en inglés, empezamos con eso del multiverso -que, ya se sabe, es un multi verso- y a multiplicar los personajes de esta buena gente una y otra y otra vez. Fractales narrativos, y explicaciones. Las malditas explicaciones, las cretinas explicaciones. Y dale que dale: sí, hay algunos metachistes (y meta chistes) con eso de las explicaciones, para separarse un poco y mirarlas con sorna. Pero igualmente ahí están. Y distancian. Y anestesian. Y molestan. Bah, por lo menos nos molestan a quienes detestamos fuertemente que nos cuenten y que nos expliquen películas. No me cuenten películas. Bueno, que con los multiversos la fluidez de la película se desvanece demasiado pronto en el aire y pasamos a un ritmo más trabado, más del título en castellano, eso de Todo en todas partes al mismo tiempo, incluso más trabado, algo así como Toto trabaja tres tardes todo tranquilo en una tintorería tradicional. Y la película tiene gracia visual -a veces, no con la tonta rosquita, que le dicen donut, donat, dona-, patadas y pavadas, pavadas pavas y pavadas atractivas, que no tienen por qué dejar de ser pavas.
Y al final los danieles intentan llegar a la emoción, y alguna gente dice que hasta lo consiguen. Por supuesto, el título, tanto el traducido fielmente en términos de sentido -pero no de sonido- al castellano como él título original en inglés definen a esta película licuadora, picadillo, hablada en inglés, mandarín y cantonés, dadora de diversión -que puede rechazarse o mutar en tedio ruidoso-, consciente de que para anotarse un éxito en el cine de hoy una opción puede ser meter los multiversos de los festivales, de oriente, de occidente, de lo cool y de lo indie y de lo fome y de lo fomo y de los multi versos del hombre araña y así arañar Oscars y premios y elogios. Otra opción para los premios y el éxito y todo eso y tiros, líos y cosha golda, incluso para la espectacularidad y los fuegos artificiales, puede ser algo como Top Gun: Maverick. Acá entre nosotros, ojalá Tom Cruise suba a buscar los Oscars importantes y no los danieles que hicieron todo tugueder ol at uans.