La belleza está hecha de relaciones, decía Jean Cocteau, al que hay que citar una cantidad de veces por lo menos igual a la cantidad de años que uno tiene; creo que todavía no llegué a ese mínimo indispensable. Tampoco hay que citarlo más del doble de veces del número de años que uno carga, porque así lo dice la ciencia de la cita a Cocteau y porque además aparecería el riesgo inflacionario. Y porque, claro, Cocteau debe conocerse y a la vez debe seguir siendo una contraseña. Confieso que a Cocteau lo he citado mucho por escrito y también en clases, pero no hay registro de las clases, o al menos eso creo. Pero para hablar de Marcelo Subiotto en Puán de María Alché y Benjamín Naishtat se impone citar a Cocteau; la ocasión lo amerita con creces.

La actuación de Subiotto en Puán no es solamente eso que llaman consagratoria y notable: es categóricamente fundamental, es la materia basal de la que están hechas las grandes películas o, más aún, las grandes comedias, las que son tan cómicas que hasta se permiten cubrirse de capas intermitentes de transparencia y opacidad, de malicia y de ingenuidad, y de muchos otros pares de opuestos o no tan opuestos.

La poesía está entre las cosas, decía Jean Cocteau. Entre un cuerpo que camina y el aire que mueve al caminar, entre el ojo de la cámara y lo que capta (que no es lo mismo, no puede ser lo mismo que lo que captan los ojos humanos), entre los objetos y su manipulación por parte de un héroe tragicómico, uno parecido a Chaplin. O Chaplín, como le decía mi padre, que lloraba y reía con Charlot, o Carlitos. Y la digresión es la forma en la que hay que exponer, o exponerse; algo así decía Oscar Wilde. La poesía de la actuación de Subiotto incluso resalta entre las actuaciones superlativas de una película hilvanada con inteligencia y con actores y actrices que se lucen, pero no en piruetas solitarias sino en combinación con los demás y entre las urdimbres de un guion que teje y trama como pocos otros guiones de cine, del cine argentino o del de Tonga. Así las cosas y así las casas, Marcelo Pena (Subiotto) se verá amenazado y empujado en su propia casa tomada, no por conejos sino por militantes comandadas por su mujer. El canto de una y también la gordura de otra van empujando a Pena (que es Subiotto) hacia su habitación, también tomada, pero por niños, estos sí más parecidos a conejos. Pena (que no puede ser otro que Subiotto) tendrá que jugar entre los niños, para sobrevivir y porque el juego, o leer cabeza abajo, o esbozar una media sonrisa mientras explica a Rousseau o a Hobbes, o una sonrisa plena en otro momento que mejor no revelar, lo mantienen vivo en su ecosistema, en su hábitat, que parece hacerle mal pero que sin embargo no puede no quererlo. Entre la comedia y el llanto tragicómico está Puán y está Pena (que estaba destinado a ser Subiotto, o viceversa). Y Pena (Subiotto, ideal platónico de actor en el cine) lleva su mochila raída con poesía, y la poesía se desata en la interacción entre un saco y una mochila, esa perversión de vestuario tan docente, tan universitaria y tan porteña.

La poesía entre las cosas, y la belleza cómica de las relaciones entre un pañal cagado y un profesor atribulado se refuerzan en Puán por la velocidad de las acciones, por el recuerdo de Ben Stiller y el hurón en el baño de Mi novia Polly, por un fugaz chiste doméstico que debería quedar como material de estudio en las escuelas de cine e incluso en las carreras de sociología -pero no arruinen la película con sus cosas-, y por la capacidad de Subiotto para el humor físico urgente, para el humor que se apoya literalmente y quizás metafórica y metonímicamente en lo fecal, para el humor ineludible de ponerse y sacarse un pantalón largo (los hombres seríamos más elegantes para estas acciones si anduviésemos siempre de shorts) y para toda actividad o gesto o inflexión mínima -esas eses más pronunciadas al final- de un abanico gigantesco de evidencias y pericias y prestancias de un actor que está, o quizás siempre haya estado, en pleno dominio de la belleza y la poesía. Se necesitan más, una, dos, tres y muchas más películas protagonizadas por Subiotto. Y se necesita, tema que propongo a alguna cátedra audaz de Puán 480, una expresión en castellano para shorts que sea mejor que pantalones cortos o la ignominiosa “los cortos”. Y yo necesito dedicarle este texto a Magdalena Arau.