Hace un tiempo se me ocurrió ver algunas películas nada más que por la necesidad de ver películas y no por la necesidad laboral de ver determinadas películas. Parafraseando a Pauline Kael, necesitamos ver películas (ella decía que seguíamos yendo al cine porque “necesitamos ir al cine”). Y mi imagen mental de Pauline Kael conecta, alguna vez sabré o explicaré por qué, con mi imagen mental de Agatha Christie.

A Agatha Christie la conocí a los trece años. Es decir, a sus libros, porque la señora Christie había muerto cuando yo tenía dos años, cuatro meses y tres días. El primer libro que leí de Christie -y creo que siempre debería ponerse nombre y apellido en el caso de Agatha Christie, queda mejor- fue Cianuro espumoso, que era la primera novela de tres que venían en un mismo volumen de las Obras Completas editadas por Hyspamérica con tapas verdes, un hermoso verde, quizás ese sea el verde inglés. En ese momento, de viaje por Mendoza, leí más novelas de Agatha Christie, y muy poco tiempo después empecé a ver películas “basadas en Agatha Christie” en VHS. Vi Asesinato en el Expreso de Oriente, con ese elenco multiestelar y dirigida por Sidney Lumet.

No me acuerdo nada de la película ni de ningún libro que haya leído de Agatha Christie hace más de tres décadas y media. Y perdí los ejemplares de las Obras completas de Agatha Christie. Pero nunca olvidé el título Cianuro espumoso y tampoco olvidé una sensación que tuve al ver Asesinato en el Expreso de Oriente, la sensación del viaje, del movimiento, de estar en algún lugar inusual y para mejor rodeado de nieve. Y, claro, nunca olvidé que me encanta escuchar y ver, o imaginar que escucho y veo, a personajes que hablan y piensan como Hercule Poirot, alguien más grande que la vida, porque la lógica y las deducciones lo son.

Así las cosas, expresión que puede o no ser pertinente en este contexto pero que quería usar, vi hace algunas semanas Asesinato en el Expreso de Oriente de Kenneth Branagh de 2017. En realidad me propuse al menos ver un rato hasta que me hartara Branagh. Pero no  tuve que sufrir ningún hartazgo y a los pocos minutos estaba en Jerusalén en los años treinta del siglo pasado, y estaba también en Estambul y después en un magnífico tren en la nieve. Y estaba ahí, escuchando a Poirot (el propio Branagh) y al elenco multiestelar y atrapado por la decisión de Branagh de contar y contar, convencido porque Branagh estaba convencido de que recuperar a Agatha Christie era algo que no solamente había que hacer sino que además había que hacerlo con pasión, con convicción orgullosa.

He escrito en mi vida, o para ser más precisos en la mitad más reciente de mi vida, miles de textos acerca de películas y muchos de ellos con múltiples observaciones en detalle. Sin embargo, no puedo o no sé si quiero entrar en detalles acerca de Asesinato en el Expreso de Oriente. Sí sé que me pasó otra vez eso de estar atrapado en una narración, y sobre todo aquello de estar fascinado por el viaje, y más aún por la idea de viajar en la década del treinta del siglo XX. Y fascinado por volver a pensar en Agatha Christie, a la que ahora no solamente llamaré Agatha Christie sino Agatha Christie Mallowan, porque así firmó su libro de memorias de viaje -o mejor dicho memorias de un período de aventuras- Ven y dime cómo vives. Ese libro lo compré como regalo de Navidad para Magdalena Arau en 2020, que sabiamente sabe que el movimiento o el plan de movimiento es crucial y vital. Lo terminó de leer en medio de un viaje un año y medio después, y cuando lo hizo saltaba de entusiasmo -es una experta en ese salto contagioso- así que me vi impulsado a leerlo y a levantar los brazos en señal de entusiasmo, porque yo salto poco. En la contratapa del libro puede leerse “todo el mundo sabe que Agatha Christie fue una de las más prolíficas y exitosas escritoras de su tiempo. Lo que muchos no saben es que, gracias a su matrimonio con el prestigioso arqueólogo británico Max Mallowan, recorrió todo el Oriente Medio acompañando a su marido.” Y en el interior del libro puede leerse una maravillosa crónica de aventuras en lugares lejanos, en lugares impensados, a los que tal vez uno nunca hubiera imaginado ir. Y, claro, también puede leerse la agradecida y maravillada familiaridad de Agatha Christie Mallowan con el Orient Express.

Hace algunas semanas, poco tiempo después de ver Asesinato en el Expreso de Oriente y de recordar a Agatha Christie Mallowan, estaba caminando hacia en el subte. Así las cosas, me llegó un mensaje de alguien, alguien a quien le habían pedido que recomendara a alguien para que fuera a un muy particular festival en Serbia y escribiera sobre la experiencia. Y me recomendó a mí, así que muchas gracias. Cuando se publique esta columna estaré terminando de armar las valijas para salir para Mecavnik, Mokra Gora, en las montañas de Serbia, al festival de cine y música Küstendorf, fundado y dirigido por Emir Kusturica. En Mecavnik, me contaron en la invitación entre otros detalles, las calles se llaman Diego Maradona, Che Guevara, Bergman, Bruce-Lee… Allá vamos o mejor dicho allá voy, acompañado de las imágenes de viajar por lugares con nieve que Sidney Lumet y Kenneth Branagh crearon a partir de lo que escribió la Dama del Imperio Británico Agatha Christie Mallowan. Mientras tanto, busco Mokra Gora en Google y la segunda imagen que veo es la de un viejo tren con su magnífica locomotora en medio de un paisaje nevado.