Cada vez confío menos en mi memoria, y hace poco me pasó eso que temo desde hace décadas: me dispuse a ver una película de las pocas que me quedaban por ver de un director imprescindible que estaba seguro de no haber visto pero… sí que la había visto, y me di cuenta a los veinticinco minutos, no a los cinco. Eso sí, todavía sé en qué sala vi cada película que vi en el cine. Y puedo ir muy atrás en el tiempo con esta gracia, y gracias hacen los monos. Sé que vi Twister, 1996, de Jan de Bont, en el cine Metro, sala 1 (y ese cine ya solo queda en la memoria, ahora hay algo así como un hotel de tango). Y, claro, por supuesto que recuerdo que los protagonistas eran Helen Hunt y Bill Paxton. Y también recuerdo que me gustó Twister, así como me gustaba el juego Twister del Italpark, hasta recuerdo la sensación de los asientos y de la barra de seguridad.

Pero no recuerdo absolutamente nada más de Twister, ni una secuencia. Al revisar el resto de los actores que participaron ahí sí, recuerdo que estaba Cary Elwes, especialista en ser desagradable. Y veo que también participaba Philip Seymour Hoffman, pero no logro recordar nada de su presencia en la película. Ah, y también me sorprendo de que en el reparto estaba Todd Field, que luego sería director de cosas como Tár. No volví a ver Twister de 1996, así que no puedo decir si esta nueva Tornados, en el original Twisters, de Lee Isaac Chung, me gusta más o menos que Twister.

De lo que estoy seguro es de que Tornados es una película valiosa, una de esas que nos dan ganas de volver al cine. Nada menos. Pero somos cada vez menos los que vamos al cine a ver algo como Tornados. Tornados, una película grande, con gran campaña publicitaria, se estrenó el pasado viernes 19 en Estados Unidos y allí quedó primera en recaudación en su primer día. En Argentina se estrenó el 11 de julio y la cantidad de público que viene acumulando es más bien escasa. De hecho, la vi el jueves pasado, el 18, en medio de las vacaciones de invierno, a las 19.30. Y la sala estaba muy despoblada, no había más de veinte o treinta personas. Toda una rareza encontrar salas casi vacías en ese horario de una tarde fría de vacaciones de invierno. En cambio, Mi villano favorito 4 e Intensamente 2 siguen llevando espectadores en cantidades muy superiores a Tornados. Desde su estreno, Mi villano favorito 4 ha llevado un promedio diario de 76.413 espectadores en sus primeros treinta días en cartel (2.292.415 espectadores totales hasta el 19 de julio inclusive). Intensamente 2 ostenta un promedio diario de 155.406 espectadores en sus primeros treinta y siete días en cartel (el absoluto récord de 5.750.038 en total, y va por más). Tornados, por su parte, apenas unos 14.229 diarios en sus primeros nueve días en cartel (128.065 en total). Realmente poco, y revela una vez más un mercado cada vez más concentrado: van quedando las películas ultra mayoritarias -casi siempre animadas y dobladas- y por otro lado, en el otro extremo, las películas minoritarias, las “específicas”, que debido a la escala de sus lanzamientos no tienen muchas funciones pero no les va mal en términos de ocupación de butacas (por ejemplo, estrenos europeos como las últimas de Moretti o Bellocchio).

Pero no hablemos más de números ni de la cartelera que se avizora con estas tendencias sino de Tornados, celebremos una película de esas que se hacían antes y que todavía se hacen, de las que se ocupan de presentar a los personajes, incluso al punto de que durante aproximadamente el primer tercio no estamos seguros de con quién establecer la mayor empatía. Tornados permite que vayamos conociendo a estos seres obsesionados con los tornados de Oklahoma, y por momentos no sepamos bien quién queremos que obtenga los mejores resultados de su pasión o demencia por estar ahí -literalmente- en medio de la tormenta. Y hay algo más, que puede darse por supuesto, como algo dado, pero de lo que no hay garantías de que sea así (y hay sobrados ejemplos de batifondo incomprensible en el cine que apuesta al vértigo en los últimos años): en Tornados se entiende cada acción, cada dirección de esos violentos remolinos, cada acción y reacción de los personajes. Al ver una película de una narración más bien clásica a pesar de los implementos técnicos más modernos, arraigada en tradiciones, un cine con memoria -con producción de Steven Spielberg, como sello ya antiguo, que se ha vuelto un distintivo de cierta nobleza, o de ciertos recuerdos- tenemos la satisfacción de llegar a emociones y a adrenalinas bien obtenidas. Y, de esta forma, quizás recordemos que queremos seguir viendo historias de heroísmo, de gente que se enfrenta a lo extraordinario con arrojo y vitalidad. Por otro lado, la cantidad de música actual horrible que aparece en Tornados es escasa, y lo que se destaca musicalmente es una secuencia con una versión de “(Ghost) Riders in the Sky”, una canción que ya tiene tres cuartos de siglo en este mundo. La presencia de esa canción siempre queda en la memoria, en cualquier década. An old cowboy went riding out one dark and windy day…