Mi amigo Robot es una película de producción hispano-francesa y de tradiciones múltiples. Y es, junto a Amigos imaginarios de John Krasinski, una de las grandes películas recientes que transcurren en Nueva York, con Coney Island como lugar nuclear, lugar al que se llega una y otra vez para asombrarse por diferentes motivos. Coney Island carga con historia, siempre carga con historia. Y hay una canción de Van Morrison llamada Coney Island, pero es sobre otra Coney Island, que está en Irlanda y no en la ciudad más famosa de Estados Unidos. Y hay una versión cantada -o más bien narrada, porque así es la canción- por Liam Neeson, muy recomendable, pero que por ahora no está en la plataforma online más famosa de música, aunque yo la tengo en un antiguo -o tradicional- CD. Pero estábamos hablando de otra cosa.
Mi amigo robot y Amigos imaginarios son películas animadas por un espíritu superior, cargado de fantasía, movimiento y mirada valiente ante los cambios (vivir es cambiar… en cualquier foto vieja lo verás, cantaba y sigue cantando el Polaco Goyeneche). Una de ellas es animada, en el sentido tradicional del término. Mi amigo Robot es “de dibujos” también en un sentido tradicional: son dibujos que aquellos criados a animación de computadora quizás vean como antiguos. Pero seamos serios: estos dibujos no son antiguos, son perdurables; por lo pronto, nadie los debería ver avejentados. Mi amigo robot es una película con la cual amistarse. Como se amistaba con un perro lobo el protagonista del cuento La espera de Borges.
Quería usar el verbo amistar, por eso la cita. Bah, y porque cualquier cuento que tenga estas líneas debería citarse a cada rato: “El sabor de la yerba, el sabor del tabaco negro, el creciente filo de sombra que iba ganando el patio, eran suficientes estímulos. Había en la casa un perro lobo, ya viejo. Villari se amistó con él”. Y no por nada Fabián Bielinsky hizo un corto basado en ese cuento. Y claro, lo de Villari y el perro lobo viene también a cuento porque en realidad también estamos hablando, o estoy hablando, de una película sobre una amistad. Y sobre una espera. Pero no, en realidad tampoco es así. Como tantas y tantas grandes películas, Mi amigo Robot es sobre una amistad pero en realidad es sobre otra cosa. O es también sobre otra cosa. O también puede leerse que es sobre otra cosa. Es decir, está claro que es sobre una amistad entre un perro y un robot. Pero está claro que toda la película puede interpretarse como una película sobre el amor después del amor, y el amor antes de este otro amor. Pero todo eso ni siquiera es crucial para una parte del público de esta película, que puede quedarse nomás con la historia de la amistad del perro amigo con el robot (o eso dicen, yo creo que todo lo que está dispuesto en el corazón de un relato como este reverbera en los niños de pocos años).
Esta es una película basada en un cómic de Sara Varon, cuya acción, como la de la película, transcurre en los ochenta del siglo pasado, porque así son las cosas, o así eran las cosas, o así era la relación de la gente (o de estos animales anteriores a Zootopia) con los espacios y la ciudad antes de los teléfonos omnipresentes. Y es una película que opera con tradiciones diversas, con tradiciones europeas y americanas, y con los viejos dibujos animados que veíamos en la televisión, y con la tradición de pocas palabras de tantos comediantes europeos, como Tati y también como otros que su director Pablo Berger debe saberse con aplomo. Berger es un director muy poco prolífico, un sesentón con cuatro largometrajes. Y un director que puede sorprender para bien con cada película: un impredecible, nada menos. ¿O cómo es esto de que haga una película animada? Animada y sin diálogos. Y sin diálogos pero que no se siente forzada, encorsetada y enmudecida, como otras películas que intentaron eso en el último cuarto de siglo como Juha de Aki Kaurismäki y El artista de Michel Hazanavicius. Mi amigo robot, que se llama en el original Robot Dreams, es esa película animada con la que -sin saberlo- estábamos soñando desde hacía tiempo. Y hablando de eso: bienvenido, Nazareno.