La Intensa-mente de 2015, dirigida por Pete Docter y Ronaldo Del Carmen, “de Pixar”, transcurría mayormente (mayor-mente) en la mente (mente) de una niña llamada Riley, que estaba dejando de ser niña. Además, Riley se estaba mudando, no solamente (sola-mente) de ciudad sino además de estado, a otro de los estados de los Estados Unidos de América. Ahí, en la mente (mente) de Riley, la película nos presentaba a Alegría, Furia, Disgusto, Temor y Tristeza. La película, esa película, tuvo críticas abrumadoramente (abrumadora-mente) positivas. Aún hoy ostenta 94 sobre 100 en Metascore. Se habló en ese momento profusamente (profusa-mente) de psicología y de neurociencias; de cine se habló menos. El cine quedaba en deuda, pero a pocos les importó. Y después ya era tarde. Este año llegó la dos, que obtuvo críticas generalmente (general-mente) positivas, con 73 sobre 100 en Metascore al momento de escribir amargamente (amarga-mente) esta columna.

Ahora Riley pasa del primario al secundario, bah, con los nombres que correspondan, jaiscul y eso. Pasó mucho más tiempo en el mundo en el que supuestamente (supuesta-mente) vivimos que en la historia que se continúa desde la primera a la segunda película, pero realmente (real-mente) no importa porque esto es cine y no es para nada comparable con propuestas como la serie de películas de Antoine Doinel de François Truffaut, que empezó memorablemente (memorable-mente) con Los 400 golpes y en la que el actor (Jean-Pierre Léaud) crecía con el personaje en cada entrega de la serie. Acá pasan nueve años entre una película y la otra pero no hay drama (tampoco hay drama en el relato), porque no hay actores que podamos ver: hay animación rotundamente (rotunda-mente) fea, brillosa, de las “de computadora”, de esas que en una pantalla grande de cine se ven excesivamente (excesiva-mente) coloridas, artificiales, etc. Sin embargo, esto no impidió que Intensa-mente fuera totalmente (total-mente) un éxito demente (de-mente), que llevó más gente que todas las películas de Truffaut con Antoine Doinel sumadas; y esas eran buenas películas sobre la entrada en la adolescencia y lo que viene después, pero a quién le importa hoy en día. Las de Truffaut eran películas que ofrecían un personaje principal con peculiaridades, mientras esta pobre chica Riley está diseñada como un mínimo común denominador global, hecha para ser entendida con las coordenadas del paso a la secundaria (jaiscul) más globalmente (global-mente) sabidas. Riley no tiene algo así como singularidad sino más bien una serie de ítems chequeables probablemente (probable-mente) hechos por alguna inteligencia diseñada artificialmente (artificial-mente) para este relato que tiene menos narración y acción -narracción, condensación- que un manual de introducción a la psicología, al psicoanálisis, a terapia (terapia).

Ambas Intensa-mente, la primera y la segunda, dirigida por Kelsey Mann, intentan intensa y denodadamente (denodada-mente) pasar por, venderse como, relatos cargados de diversión y aventura. No vamos a pontificar acá -ni en ningún lado- sobre qué es divertido para cada uno. Ahora bien, la aventura tiene claves más claras, o más bien claramente (clara-mente) ausentes en estas películas en las que las emociones están representadas por unos cosos animados en 3D; hay un bicho 2D que no sé si existe “en el mundo real” o no, quizás simplemente (simple-mente) sea una reversión del peor Mickey, el de La casa de Mickey Mouse, que se daba en Disney Channel hace unos cuantos años. Las “emociones” establecen a cada rato sus reglas e Intensa-mente están repletas de reglas ad hoc, que sirven para establecer sus propias coordenadas. ¿Por qué las Intensa-mente necesitan estas reglas? Porque la tradición de la aventura y también la lógica del juego y de la metáfora están completamente (completa-mente) ausentes del relato y lo que hay son referencias comprensibles globalmente (global-mente) en función de lo que se supone que son las coordenadas masivamente (masiva-mente) consumidas de la niñez, la adolescencia, los padres, etc. Un detalle del mundo que alguna vez conocimos como Pixar: si en Toy Story se hablaba de la llegada de un hermano, en las Intensa-mente no hay hermanos. Cada vez hay menos hermanos, ha pasado a ser una extravagancia en las ficciones (y en el mundo). Dicho esto, confieso que abandoné Intensa-mente 2 por la mitad. No es que me parezca peor que la primera, hasta creo que es un poco menos irritantemente (irritante-mente) inane. Pero, sinceramente (sincera-mente), prefiero no seguir viendo dado que hace poco me enteré de que no voy a vivir eternamente (eterna-mente) y, dado que metieron un personaje llamado Ansiedad, seguramente (segura-mente) Intensa-mente 2 tenga como clímax un ataque de ansiedad. Por favor, no me hagan confirmarlo fehacientemente (fehaciente-mente, feha-ciente, neuro-ciente, fea-mente, lapsus-mente).