Gene Hackman cumplió noventa y cinco años a finales de enero. Y la noticia de su muerte se conoció a fines de febrero, pero se investigan la fecha y las causas. Investigar investigaba Hackman en Night Moves, aquí llamada Secreto oculto en el mar, de Arthur Penn, de 1975. Pero vayamos a la otra punta de la vida. El año de nacimiento de Hackman: 1930. El mismo año en el que nacieron Jean-Luc Godard y Clint Eastwood, nada menos (¿habrá gente que estudie la capacidad de un año en particular de producir talento?). Godard decidió morir en 2022, pero trabajó hasta cerca del final. Eastwood sigue en este mundo, y hace muy poco se estrenó su última película, que siempre esperamos que no sea la última. Hackman se había retirado de la actuación hace veinte años.

Entre los últimos trabajos de Hackman para el cine estuvo, está y estará el que hizo para Wes Anderson en Los excéntricos Tenenbaum. Hackman era Royal Tenenbaum, uno de esos personajes que valen cien personajes, en una de esas películas que justifican, por sí solas, la existencia del cine. No, no es esta una exageración porque murió Hackman. Si hay dudas, solo queda ver o revisar esa cumbre de Anderson y de los involucrados. Hackman era alguien que despejaba dudas, ya sea mediante varios de sus personajes al investigar, o por su terca determinación en muchos otros. Y, sobre todo, despejaba dudas por su presencia, por su capacidad, por esa evidencia actoral, por esa contundencia de calidad, y no hay tantos comparables a esas alturas en la historia del cine.

Hackman era, sí, un axioma: una verdad indiscutible. Hackman no necesitaba demostración, era en sí mismo una demostración de rango y calidad actorales, de magnetismo, de osadía. Nadie podía ser tan obcecado como él en un submarino, nadie podía ser un chanta tan monumental y encantador como patriarca de una familia, nadie podía ser tan pérfido enfrentado a Eastwood-William Munny. Hackman fue Popeye y no fue dibujo, Hackman estuvo en Bonnie and Clyde, Hackman hizo varios westerns en los noventa con Eastwood, Costner, Hill y Raimi. Hackman fue Lex Luthor. Hackman hizo humor negro sobre Hollywood en Get Shorty, volvió a enfrentarse con Eastwood, actuó para Woody Allen y para Mel Brooks. Hay, hubo y habrá pocos así, y no hay que olvidarse de ver Crepúsculo de Robert Benton. En el cine, Hackman siempre estuvo quedándose pelado: no era uno de esos actores de gran transformación física, no era de esos que a cada rato uno decía “está irreconocible” (sí, un poco en El joven Frankenstein, pero la excepción confirma la regla). Hackman era Hackman era Hackman y era tantos personajes y tanto cine, y siempre con excelencia axiomática.

En diciembre del año pasado escribí acá mismo sobre La conversación de Francis Ford Coppola, protagonizada por Hackman. Y releo ese texto y me doy cuenta de que no hay ningún elogio a Hackman. Así de evidente era Hackman, uno daba por supuesto que no había nada que decir, que era así de clara su altísima calidad. En esa película extraordinaria Hackman lograba unos cuantos milagros, y uno de ellos era el de dudar con seguridad, en un personaje que honraba con música y destrucción la idea de la paranoia, en un final de los que deberían figurar en cualquier antología de la historia del cine. Y cómo terminar este pequeño texto sobre el gigante Hackman. Ah, sí, podría ser con una frase de Royal Tenenbaum: “Anybody interested in grabbing a couple of burgers and hittin' the cemetery?” (algo así como “¿alguien está como para un par de hamburguesas y rumbear para el cementerio?”).