Ya está por empezar la vigésimo sexta edición del BAFICI (1 al 13 de abril de 2025) y aquí va una pequeña lista comentada de recomendadas entre la programación. Dejo de lado en esta ocasión, en este texto, las películas de las competencias y las películas argentinas y me concentro en otras zonas del festival. Eso sí, estas son apenas algunas de mis favoritas, faltan muchas otras de esta edición. Pero basta de aclaraciones.

Du côté d’Orouët de Jacques Rozier, 1971.

Una de esas películas mágicas (y se usa este término a pesar de su abuso, porque en esta ocasión es preciso, o impreciso pero justísimo), únicas, cargadas de una grandeza que no se pensó como tal, que no se buscó con fórmulas. Rozier miraba el mundo y el cine a su manera, era una singularidad, una personalidad que podría haber admirado Oscar Wilde y cada una de sus películas una rara ocurrencia, un azar, un milagro. Du côté d’Orouët tiene imágenes, sonidos, situaciones de las que permanecen en eso que podemos llamar memoria cinéfila, que a veces se quiere -o queremos- confundir con memoria vital. La pelota en la playa, el baile en el balcón, las anguilas, y cada plano de Caroline Cartier. Y toda la película. En ocasiones como esta hay que reforzar de alguna manera el término imperdible.

Constelación Portabella de Claudio Zulian, 2025.

Pere Portabella el director, el productor, el político, ¡el baterista! El productor de Luis Buñuel, Marco Ferreri y Carlos Saura. El que estuvo -y estuvo filmando- en momentos fundamentales de la historia de España, el dueño de una filmografía como director deslumbrante y variada (de vampiros a política, poesía y vanguardia, siempre a la vanguardia) que tuvo su retrospectiva en el BAFICI en 2006. Portabella siguió y sigue, y este documental orbita a su alrededor con eso que solíamos conocer como lucidez, enjundia y conocimiento.

Je n’avais que le néant – “Shoah” par Lanzmann de Guillaume Ribot, 2025.

Ya van ochenta años del fin de la Segunda Guerra Mundial y cuarenta del estreno de Shoah. Esta película de 2025 -que incluye pensar cómo hacer cine- es una vuelta a la obra maestra Shoah y es una reflexión, un viaje -o muchos viajes- hacia diversos lugares y también a las decisiones de un hombre tenaz, humano pero con la fuerza sobrehumana -o demasiado humana- de una misión cargada de historia y ansias de memoria. De esa forma, esta película también se convierte en un retrato fascinante de un cineasta de los imprescindibles.

Spid, de Bogdan Mureşanu, 2016.

Este es un cortometraje de un programa de cortometrajes, todos dirigidos por Bogdan Mureşanu, el mismo de The New Year That Never Came, una de las más celebradas óperas primas de 2025 y que también se exhibe en esta edición del BAFICI. Los cortometrajes de Mureşanu demuestran la variedad de intereses del director y también, con innegable evidencia, su versatilidad. Spid es un corto casi homónimo de Speed, (Máxima velocidad) de Jan de Bont con Keanu Reeves, Sandra Bullock y Dennis Hopper. Y también tiene su tensión, su velocidad, su vértigo pero en formato breve, es decir, concentrado, potenciado, a los gritos. Una pequeña película en movimiento frenético, con un taxista -especialmente- fuera de control. Sí, como se decía antes, una película para aferrarse nerviosamente a la butaca.

Voyage au bord de la guerre de Antonin Peretjatko, 2024.

Desde el título sabemos que esto es un viaje, y al empezar a ver esta película sabemos desde el principio que Peretjatko es un viajero con la curiosidad encendida y no un turista. Peretjatko, el que sabe de comedia y de absurdos viaja a Ucrania y, como sabe de absurdos, se anima a una película sobre una guerra en la actualidad. Y lo hace con una cámara de 16mm, reflexiones sobre esa decisión y sobre muchos otros asuntos -esta es una película que piensa con la calidez de lo que solíamos entender por humanismo- y citando desde el principio a Jean Cocteau.