Director extraño Robert Zemeckis, que ha probado muchas veces en su extensa y exitosa carrera que se puede buscar sorprender aún en el mainstream más mainstream. Y si uno revisa su filmografía verá conexiones no solamente con el cine masivo sino además con lo verdaderamente popular, lo perdurable en la memoria colectiva: es innegable el poder de amalgamar sueños y emociones y respuestas e interpelaciones colectivas de las Volver al futuro, de Náufrago, de Forrest Gump. Incluso uno puede pensar -y acertar con seguridad- que lo que más interesaba a Zemeckis, en su película Beatle, Quiero tener tu mano, de los principios de su carrera, era la conexión de la banda con el público y no tanto la propia banda.
A diferencia de otros conectados entre sí y con el favor del público como Joe Dante o Steven Spielberg, ninguna de las películas de Zemeckis integrarían nunca un listado de mejores de la historia, o incluso de una década. A vuelo (y Flight es probablemente una de sus mejores películas) de pájaro, en su filmografía uno nota casi siempre, o sin casi, cierto límite, cierto techo. Dante y Spielberg tienen momentos y películas geniales, pero no es el caso de Zemeckis. Sobre la por mucho público endiosada Volver al futuro -y la dos debe ser la mejor película de Zemeckis- escribí acá.
Artesano casi siempre exitoso, preocupado por la generación de las imágenes y sus posibilidades tecnológicas, Zemeckis tiene muchas películas en las que el cómo hacer cine se resuelve en cuestiones de efectos, de tecnologías, de novedades animadas, o que se animan al efecto que intenta asombrar. Quién engañó a Roger Rabbit (otra de sus mejores películas), El expreso polar (una de sus peores películas), Beowulf (otra una de sus peores películas), La muerte le sienta bien (película paradigmática de los límites del cine de Zemeckis) la propia Forrest Gump con sus y sus imágenes -ahora superadas, antes todo un hito- de Tom Hanks con figuras históricas, fueron películas en las que el efecto técnico estaba en primera línea; en Forrest Gump había también una narración con emoción y reflexión, y eso -más que los efectos- es lo que la ha mantenido con vida- es decir, con perdurabilidad- décadas después.
En Aquí (Here) -o aquí en Aquí- Zemeckis se reúne con el guionista de Forrest Gump y también con la pareja protagónica, Tom Hanks y Robin Wright. Y juntos, a treinta años de esa película premiada con varios Oscars, acometieron Aquí, todo un manifiesto contra el cine. Aquí: un verdadero carnaval de la fealdad en imágenes; mezcla infame de Museta y de Mimí, y de “cine” que muestra algo demasiado parecido a una pantalla de una computadora con ventanas especialmente feas a la que se suman espantosas ilustraciones históricas e imágenes pedidas a una inteligencia artificial de algo así como una “enciclopedia natural”; compendio de situaciones con esforzados actores, con diálogos de una rampante banalidad, listos para ser consumidos de inmediato -incluso antes de ser escuchados-, con música y música y refuerzos, con tecnología para hacer más joven a Hanks etc y para hacerlo más viejo; una parafernalia de usos y abusos de órdenes a supercomputadoras y un absoluto desprecio por el cine que delineaban las ideas de André Bazin o el cinematógrafo que pensaba en forma de aforismos Robert Bresson. No es per se una mala idea oponerse a Bazin y Bresson, pero lo de Zemeckis en Aquí une lo peor de todos los mundos: plástico digital intangible por todos lados, banalidad extrema en las situaciones que se agolpan para ir desde los dinosaurios hasta la actualidad, uso y abuso de facilismos y, por si esto fuera poco, la idea de mantener un “mismo encuadre espacial” que dado que se modifica brutalmente por “el paso del tiempo” daba un poco lo mismo, salvo en los muchos minutos del living de la casa. Pero todos son muchos minutos para este artefacto imposible que, dada su ambición de contar un relato que abarca cientos de millones de años, bien podría considerarse la peor película de todos los tiempos. Volvé, Wilson.