Vi Esperando la carroza en el año de su estreno, 1985. Con absoluta seguridad -y con pruebas en papel- fue en el Cine Callao, de Avenida Callao 27, frente a la Confitería El Molino, por entonces abierta y funcionando, hasta con masas finas en bandejas de más de un piso. Creo que en el lugar del Cine Callao ahora hay un Farmacity, que a su modo también se relaciona con el título de la película. Se sabe, en el momento de su estreno la película con Antonio Gasalla como Mamá Cora fue un éxito. Sin embargo, en esos años de gloria (1984-1986) de venta de entradas del cine en general y también del cine argentino en particular, Esperando la carroza estuvo muy lejos de ser la más exitosa de las películas locales. Por cierto, las cifras que aparecen en el siguiente párrafo pueden resultar sorprendentes, y prueban, una vez más, que la permanencia de una película en la memoria colectiva -y su capacidad para pasar de una generación a otra- no siempre se relaciona lineal y directamente con su performance inicial.
Esperando la carroza, dirigida por Alejandro Doria, se estrenó el 6 de mayo de 1985. Y su carrera comercial en cines en ese entonces terminó con 730.074 espectadores, y esos cuatro del final de la cifra fuimos mi padre, mi madre, mi hermana y yo. Fue la novena película más vista, en esos primeros años luego del fin de la censura, en esa parte inicial del gobierno de Raúl Alfonsín, en la primavera democrática: los tres años comprendidos entre 1984 y 1986. Las ocho películas argentinas que llevaron más espectadores que Esperando la carroza fueron Camila de María Luisa Bemberg (2.117.706 espectadores), La historia oficial de Luis Puenzo (1.710.478), Los colimbas se divierten de Enrique Carreras (1.501.928), Pasajeros de una pesadilla de Fernando Ayala (1.168.031), Rambito y Rambón-Primera misión de Carreras (1.041.622), Atrapadas de Aníbal Di Salvo (992.634), Mingo y Aníbal contra los fantasmas de Carreras (855.598) y Los reyes del sablazo de Carreras (805.308). Después de estas ocho películas -cuatro de las cuales fueron dirigidas por Carreras, en lo que debe ser un récord mundial- aparece, en el noveno puesto, Esperando la carroza. Sí, es muy probable que con el tiempo, con las exhibiciones en televisión, los alquileres en VHS y algún reestreno -eso sí, este reciente por los cuarenta años aportó muy pocos espectadores- Esperando la carroza se haya convertido en la película argentina más vista de la primavera democrática. O no, quizás le siga ganando Camila, que también se ha visto mucho en televisión y en VHS. Pero no hay dudas de que la película más citada en las conversaciones es la película de Doria. Y seguro que de todas esas es la más convertida en meme, la más usada en tik tok, cuyos fragmentos más circulan por las redes sociales. Esperando la carroza es una película clave, aunque buena parte de la crítica y de la cinefilia la ha despreciado en menor o mayor medida.
La vi en 1985, la volví a ver en 2012 -aunque no en cine- y volví a verla en el cine hace poco más de una semana, en uno de esos días de mucha lluvia, en una sala con dos espectadores: mi hija de doce años -la edad que yo cumplí en 1985- y yo. La película es la misma que en 1985, aunque no se proyecta en fílmico sino en DCP. Es decir, no es la misma. Y, además, claro que no es la misma: ya murieron varios de los actores y las actrices, y este año murió Antonio Gasalla. En efecto, para no confundir… sí, la película es la misma, pero no es la misma: se ha vuelto más veloz, más rítmica, el costumbrismo como norte y como guía y su elemento molestan menos. Y Mónica Villa y varios de los demás actúan cada vez mejor, y Enrique Pinti sigue sin actuar para el cine, es decir, es lo más disonante de la película. Pinti actúa -es decir, sobreactúa de forma ineficaz- incluso cuando no es el centro de atención. Y podemos adivinar que está sobreactuando cuando no está en el cuadro e incluso cuando ni siquiera está en el rodaje. O, como bien supo decir Pauline Kael sobre otro actor: sus dedos de los pies actúan dentro de sus zapatos.