Hubo películas buenas en Cannes 2019, también muy buenas, excelentes. El festival más prestigioso del mundo “se cubre” periodísticamente, a veces incluso -aunque cada vez menos- se lo discute críticamente. Se distribuyen fotos de la famosa alfombra roja, de los reyes del glamour, de las estrellas, de los eventos. Hay gente que prepara la manera de hacer más ruido, de revestir de más carácter de evento al evento. Con todo eso, más allá de la película de Quentin Tarantino, la de Pedro Almodóvar y algunas otras, cada vez menos gente en el mundo sabe qué cosa son, o cómo es que existen y dónde existen, “las películas de Cannes”, cada vez hay menos público para ellas.

Por otro lado, las nuevas generaciones… ¿están esperando las películas de Tarantino o de Almodóvar? ¿Y de alguien más joven como Xavier Dolan? Las cifras que se distribuyen en el magnífico cuadernillo Focus del Mercado de Cannes (Marché du film) acerca de la asistencia de público a las salas y otros asuntos aledaños en los diversos continentes, con muchos países estudiados en detalle, nos dice claramente que cada vez menos gente espera algo del cine.

O en todo caso que eso del cine es una moda creciente y rutilante en un país llamado China, que el cine nacional anda bien… bueno, es decir, que el cine nacional de Corea del Sur anda bien en Corea del Sur, que el de la India en la India, que el de Japón en Japón. Pero que en Europa y Latinoamérica los cines nacionales van perdiendo cada vez más terreno -en donde alguna vez lo tuvieron, claro está, hay países sin terreno por ceder- ante los tanques animados y los de superhéroes. Y que cuando hay buenas cifras del cine local se trata de uno o dos tres o cuatro títulos (¡a veces incluso cinco!) que se llevan casi todo, con decenas o centenas de producciones que se vuelven casi invisibles.

Los franceses casi no ven cine italiano, los italianos casi no ven cine español, los argentinos no vemos películas brasileñas, y así las cosas. Cine estadounidense -o global con sello de Hollywood- y en algunos lugares un poco de cine local, mano a mano hemos quedado. Y de ese cine global cada vez cuesta más encontrar algo que no provenga de una marca previamente instalada, de eso que llaman franquicias. De hecho, hay top ten enteros que no incluyen ni una sola cosa que no sea algo así como una secuela o un apilamiento de superhéroes. ¿Este oprobioso estado de situación europeo y americano genera más público? Ni eso: en casi todos los mercados en cuestión vemos estancamiento -incluso en donde crece la población- o directamente caídas -ya como tendencia- en la cantidad de entradas vendidas.

En Buenos Aires todavía en 2019 se pueden escuchar las leyendas del “descubrimiento de Bergman”, en Cannes se homenajea a Alain Delon y a Sylvester Stallone y ¿no sienten que Tarantino sigue siendo tratado como lo más novedoso del cine y tiene 56 años? Y, sépanlo, Wes Anderson tiene más de 20 años de carrera. ¿Dónde están los nuevos Tarantino y Anderson? Todo suena al rey del glam de la canción de Alaska: “Con tu tacón de aguja los ojos pintados / dos kilos de Rimmel, muy negros los labios / Te has quedado en el 73 con Bowie y T-Rex // Solapas voladoras, pecho descubierto / y telas de araña cubriendo tu cuerpo / Te has quedado en el 73 con Bowie y T-Rex.”

¿Por qué los grandes cineastas que no filman en Hollywood casi no estrenan sus películas fuera de sus propios países? ¿Por qué no sabemos quiénes son las grandes estrellas actuales de los grandes cines europeos? ¿Por qué no tenemos la menor idea de la película peruana más vista en 2018, una de recaudación millonaria? Para decirlo a lo bruto: porque la relación y la comunicación de la variedad del cine con el público que antes iba al cine y ahora ya casi que no, se jodieron. Esto se veía muy claro en diversos síntomas presentes hace más de dos décadas y ahora estamos enfermos; el cine está enfermo, o más bien está postrado, limitado a circular por lugares cada vez más encerrados. Pensaba escribir sobre el daño que sigue haciendo a buena parte del cine actual el fanatismo por un cineasta francés que muchos creen suizo, pero las cifras del informe suenan urgentes, y piden con urgencia que pensemos en cómo curar al cine.

De paso, la ganadora de la Palma de Oro la la dirigió Bong Jong-Ho, uno de los cineastas más importantes y exitosos de este siglo. Claro, la mayoría de la gente no lo conoce. Es demasiado sencillo, hasta tonto y obvio, llamar la atención sobre el título de su película y relacionarlo con el estado de situación, pero bueno, en fin, se llama Parasite (Parásito). Y, ay, su película más exitosa en términos de recaudación (hit gigante en Corea del Sur, fracaso absoluto en Argentina) se llamó The Host, por si tienen ganas de relacionar ambos títulos y hacer más metáforas médicas ramplonas de la podredumbre que supimos conseguir.