Entre mis escasas habilidades está la de no leer aquello que no quiero leer. Algo así como una habilidad negativa, una que casi que no debería llamarse habilidad. De todos modos, ante una exposición aunque sea mínima a las redes sociales y las notificaciones, no es tan sencillo no haber leído prácticamente nada sobre Érase una vez en Hollywood de Quentin Tarantino. Y escribo y dudo, ¿se llama “Érase una vez”? Chequeo y ¡no!, se llama Había una vez en Hollywood. Sí, Once Upon a Time es hoy en día mayormente traducido como “Había una vez”. Pero las películas de Sergio Leone, referenciado y reverenciado una y otra vez en la nueva película y en el cine de Tarantino, aquí se conocieron como Érase una vez en el Oeste y Érase una vez en América (imagino que hoy le pondrían “Había una vez en Norteamérica”, aj).

Atención: pueden llegar a revelarse o inferirse detalles de la resolución del argumento.

Y esta es una película cinéfila, la más cinéfila de Tarantino, y no solamente porque su ambiente -y uno de sus temas- sea el del cine -y la televisión- a fines de los sesenta. Había una vez en Hollywood es la película más fetichista del director, en la que diluye como nunca antes en su cine la tensión y pasea, cual flaneur con tremenda capacidad de movimientos de lujo, por micromundos llenos de detalles seductores. Claro, la seducción no es igual para todos, y a mí Vértigo de Alfred Hitchcock no me gusta tanto como al resto de la humanidad (o, mejor, dicho, como al resto de los cinéfilos: link). De hecho, mi escasa relación con la nostalgia y los fetiches casi que me haría merecedor de la expulsión de la cinefilia. La escasez de tensión de los primeros dos tercios de Había una vez en Hollywood prueba que Tarantino puede hacer lo que quiera, que una vez más puede plantear y concatenar ideas y visiones desde formas expositivas que hasta podrían ser vistas como libres, y hasta pensarse como opciones contra la corriente. Pero, ¿cuál es hoy la corriente? Habría que pensarlo mejor. O hablar de corrientes, y pensarlas mejor. Pero mejor piensa Tarantino, porque esta es una película de alguna manera blindada, que se basa en el juego con la historia que el gran autor hizo en Bastardos sin gloria -si hasta hay una ligazón de fuego entre nazis y mansons- y la rodea de “sentimientos de cine”, de un mundo que se despide, como pasaba en Casino de Scorsese, en El estado de las cosas de Wim Wenders y El desprecio de Godard. Godard, claro. Tarantino, desde el nombre de su productora pero sobre todo desde su cine, nos ha comunicado que sabe el Godard de los sesenta, que entiende sus gestos, sus poses, sus rupturas. Y en Había una vez lo hace una vez más, o muchas veces más. Una mujer es una mujer, o incluso otra mujer, por eso la Sharon Tate ficcional actual, ostensiblemente, no coincide con la Sharon Tate ficcional del pasado. Gestos, claves, posibilidades enormes de pensar una película sobre películas, entre otras cosas. Yo prefería al Tarantino que hablaba de cine de forma aún más indirecta, mediante otras opciones temáticas, que lo obligaban -o él se obligaba- a elaborar situaciones y conversaciones que generaban tensiones herederas de diversas enseñanzas, de las más cruciales, de Hitchcock.

Había una vez en Hollywood es una película genial, como Vértigo, pero la fijación y el fetichismo me conmueven menos que muchas otras cosas. Y el clan Manson es uno de los personajes colectivos que menos me importan. Y el tercio final que, claro, está indiciado por todos lados antes (en ese antes menos intenso), demuestra la estatura como cineasta de Tarantino, ese que puede combinar la sabiduría de los géneros, sabe filmar acción, brilla con humor y absurdidad, sabe lo clásico y lo contemporáneo, y sabe torcer la historia. Y sabe elegir a los mejores para actuar y además hacer unas bandas de sonido incandescentes. Con todo eso, o por todo eso, Había una vez en Hollywood me resultó genial y desdeñosa, genial y petulante, genial y empalagosa. Y entre mis escasas habilidades está la de no empalagarme. Habrá, creo, al menos un volumen 2 de esta crítica, porque ahora sí voy a leer sobre Érase una vez en Hollywood. Perdón, sobre Había una vez...