En estos dos meses vi más televisión que en los últimos veinte años. Vi entre 10 y 12 horas. No, no por día, en el total de los dos meses. Vi exclusivamente programas de noticias, o “programas de noticias”. Vi gente hablando, vi gente repitiendo fórmulas, saludándose una y otra vez, como si estuvieran en la radio de los años cincuenta del siglo pasado. Individuos particulares -hay una cita a una película ahí- diciendo una y otra vez “en medio de la pandemia”, “transitando la pandemia”, “en medio del coronavirus”. EN MEDIO DEL CORONAVIRUS. UNA PANDEMIA. Una pandemia donde. En realidad una epidemia donde. Un perro donde. Una situación donde. Un tiempo donde. Y una sarta de abusos de la palabra donde tan grande que creo que ya es hora de que alguien haga la denuncia.

Dejen de usar “donde” para cualquier cosa, por favor: donde hay una necesidad de una palabra abusada hay un derecho. Basta, por favor. Intento olvidarme de que estamos viviendo tiempos un tanto tontos y trato de ponerme a escribir. Recibo un mail, dice “Este finde andá a Coto ¡Sin Tope de reintegro!”. Abro el mail, hay una imagen de alguien sonriendo con cara beatífica, sosteniendo una bolsa de papel madera de esas de las series estadounidenses y que son sumamente incómodas -porque es re canchera la imagen del banco de imágenes- de la que sale una baguette como las de Francia pero mal hecha, unos puerros de acá nomás y un morrón y una naranja o similar que parece una pelota playera. Mierda, un morrón al lado de un pan, ¿van a ponerle lavandina también al pan? ¿van a ponerle fluido Manchester a todo? ¿Gamexane? ¿Napalm? Maten al virus, pero también maten el término finde. Donde hay un finde hay una amputación. Arriba del porcentaje de descuento aparece #quedateencasa. Vamos carajo, un hashtag. Los hashtags nos vuelven re inteligentes. Donde hay un hashtag hay muchas neuronas trabajando, es decir poniendo hashtags. Vivan los hashtags, los findes, las bolsas de cartón, el #quedateencasa después de decirte que vayas a Coto. Donde hay una contradicción hay un donde. ¿Dónde hay un mango, viejo Gómez? Hasta la victoria, donde. 

En medio de la epidemia del donde pasó algo. Era el comienzo del día 24 de abril, no la mañana, más bien la 1 de la mañana, esa hora DONDE uno quisiera estar durmiendo… pero… contracciones, se venía mi tercera hija. Mis otras dos hijas estaban expectantes, valientes y hermosas. La embarazada estaba cada vez más lista, valiente y hermosa. En medio de la pandemia, del delirio y de la profundización de la ignorancia sobre cualquier cosa cercana a las operaciones matemáticas y ni que hablar de la idea del porcentaje (estamos peor que en el tiempo de esta nota, DONDE yo ponía esto: https://www.hipercritico.com/secciones/cines/2515-pequenos-grandes-males-de-estos-tiempos.html), iba a nacer Azul. Pedimos un Cabify, porque había que ir al lugar DONDE iba a nacer la nonata para pasar a ser neonata. La visiblemente embarazada de 39 semanas y yo bajamos al auto en cuestión. Subimos: el conductor dice “sólo puedo llevar a uno”. ¡Bu! La pandemia, La idiocracia, DONDE hay gente que nunca vio una película en la que ¡alguien va a parir! Intercambio de “ideas” con el chofer, DONDE nos pusimos a argumentar lo obvio y él lo obtuso. ¡Vamos a parir! Finalmente, no muy convencido, accedió a llevarnos. En fin, uno de esos momentos en los que la vida no se parece a las películas. Después hubo un parto, un nacimiento y una recién llegada, y todo eso fue más parecido a las películas, a las películas más lindas. Fuimos dos, volvimos tres, en algún momento tendremos que usar tres Cabifys para que vayan uno al lado del otro. Azul, después te digo DÓNDE vamos.