Opina Deporte

Un avión privado esperaba al presidente ejecutivo de la Fundación FIFA sobre la pista del aeropuerto de San Fernando para llevarlo a Paraguay en plena cuarentena. Fue una noticia breve de la semana que pasó.

Usted, suponemos, no está interesado por el futuro del beisbol estadounidense. Si nos equivocamos, pues debe suscribirse (con parte de su salario) a la página web de Clarín, para enterarse bajo el singular título “La temporada no arrancó y ya son 58 los jugadores de las Grandes Ligas que tienen coronavirus”.

De las muchas reflexiones acerca del futuro después de la cuarentena, pocas han puesto eje en el periodismo y el deporte. Un buen obsequio del fin de semana lo fue la entrevista que Roberto Parottino de Tiempo Argentino le hizo al periodista español Santiago Segurola.

La dura crítica de Luis Scola durante una entrevista de Hernán Sartori en Clarín necesita de algunas precisiones, Y de unos cuantos nombres que Scola debe dar. Estaría bueno que el periodismo deportivo del país se entusiasmara con este pequeño aporte del basquetbolista de la Selección y profundizara – en todos los terrenos- de qué se trata este cuestionamiento a las estructuras deportivas.

El disparo mediático del Muñeco Gallardo sonó, para un sector, a provocación: "Todo el mundo entiende y pone por delante de todo la salud y la vida de las personas. El fútbol es una actividad importante social y culturalmente, pero no es imprescindible -dijo-Pero de ahí a no hacer nada, a quedarnos de brazos cruzados, a no poder debatir me parece demasiado".

El impacto y la conmoción que algunas series logran en la conciencia de los espectadores nos lleva a una intriga: ¿se trata de un género periodístico en nacimiento? Se dice que el poder de la ficción es más poderoso que la muestra de la realidad porque sabe contar una historia. No estamos de acuerdo. El problema es que el periodismo no sabe contar historias. Salvo excepciones, que no abundan en los grandes medios.

O nos parece, o cada día menos argentinas y argentinos les creen a los medios económicamente más ricos del país. Se trataría de una buena noticia, sin dudas. La celebración de un 7 de junio más como el Día del Periodista (alguna vez se corregirá por el Día de los trabajadores/as de prensa), ocurrió en una semana donde la prensa deportiva argentina cuasi monopólica observaba con envidia la llegada de una serie sobre Julio Grondona y otros corruptos dirigentes del fútbol latinoamericano. 

Por suerte quedan periodistas deportivos en la Argentina. Que asoman día a día desde los medios más variados y que gracias a esta democratización de la informaciòn que la Argentina comenzó a gestar desde 2008 (con la interrupción del período 2016-2019) nos permite rescatar ejemplos de aquello que sí se puede hacer, para que el monotema del corona-virus no sea tratado como pretenden algunos/as (livianamente).

Es difícil elegir el mejor programa deportivo de la historia de la TV argentina. Pero es muy fácil elegir el peor. Netflix ha decidido poner en pantalla, para estos tiempos de peste, a la peste misma en materia de transmisiones de fútbol. Sí, sí, ha vuelto, en versión comprimida (menos mal), Fútbol de Primera.

Los tiempos aquellos en que el periodismo deportivo argentino se ocupaba centralmente de los problemas argentinos se encuentran cada vez más lejanos. Eran tiempos en que las tapas de los semanarios del deporte se nutrían de ciclistas, atletas, futbolistas, basquetbolistas, boxeadores (aún a costa de nuestro principio elemental de no considerarlo ya más un deporte) o cualquiera de las mujeres y hombres que andaba gestando hazañas, o soñando epopeyas en un estadio.