Opina Deporte

Hay muchas maneras sutiles, y no tanto, de obtener el silencio de los periodistas. En todos los ámbitos. Una de ellas es la publicidad. Mecanismo que en general tiene dos vías. Una de ida y otra de vuelta. La primera se genera cuando el aviso es colocado por el funcionario o empresa para intentar que los periodistas amainen sus críticas y la otra se concreta cuando el periodista o los dueños o gerentes de medios buscan la publicidad en favor de obtener dinero.

El escándalo FIFA – Conmebol de los últimos años, se sabe, no fue un descubrimiento del periodismo deportivo sino una mecha encendida desde el Poder Judicial estadounidense. Aunque usted no lo crea.

Como suele ocurrir, las grandes lecciones sobre periodismo salen de las cabezas de quienes no trabajan como periodistas pero conocen más del mundo de la comunicación, del respeto y de la dignidad que la inmensa mayoría de los que usan un micrófono, un texto o, sobre todo, una pantalla de TV.

Las siempre mudas estadísticas llegaron a fin de abril para traernos una noticia intrascendente; que ni es noticia, y tal vez ni siquiera sea estadística. Resulta que los medios de hoy reflejan, con narrativa exultante y pretensiones académicas que Messi ha llegado a los 1.000 goles en su carrera. Lanzados a una competencia de explicaciones, ya andan por ahí peleándose entre ellos los señores de las estadísticas.

El reto es enorme en estos momentos: desmontar el andamiaje machista que lleva adelante su dominación gracias a los medios. O a gran parte de ellos.

¿Será el próximo campeón? ¿El subcampeón? ¿El tercero?

La zoncera que usted aprecia, con la leyenda “Apareció la pelota del penal de Wanchope”, puede que le despierte una sonrisa.

La reputación de los jugadores de nuestra Selección – menos uno- y la del entrenador anda por los suelos.

El periodismo presentó la muerte de René Houseman de todas las maneras posibles, menos una.

Un presidente llega al vestuario de su equipo después de una derrota muy seria de los suyos; increpa a los jugadores, procede como un barrabrava, exige determinados comportamientos en la cancha y resultados. Amenaza con despidos.