Opina Deporte

La ola de desilusiones periodísticas por los 40 años de la guerra de Malvinas ha sido tan elevada como la otra ola de desilusiones, también periodísticas: los comentarios acerca del grupo que le tocó a la Argentina en el Mundial de Qatar.

Treinta y nueve años atrás no lo hubiese imaginado. Cuando se recuperó la democracia, cuando se luchaba por destapar toda la porquería y el horror de la dictadura cívico-militar, el periodismo ocupaba un lugar de vanguardia.

Ya ocurrió hace poco más de una semana. A Marcelo Gallardo se le preguntó sobre los silbidos a Messi en París, y el técnico de River, más cerebral que muchos periodistas que buscan el fácil recurso de incendiar jugadores, respondió: “En el fútbol nada llama la atención. Nosotros lo maltratamos bastante a Messi también. Tampoco nos hagamos los patriotas. Previo a que renunciara a la Selección. Gracias a Dios se arrepintió y volvió. Acuérdense, tengamos memoria también”.

Las desaforadas notas que abundan en el periodismo mundial, parecen escritas por generales de la OTAN y no por cronistas o redactores de una prensa que, al menos, debería tener un sentido de ubicación con estos días de sangre y horror en Europa.

Al machista mundo del deporte no le gusta nada que se desencadenen noticias sobre el deporte y las mujeres.  Al machista mundo del periodismo, no le gusta nada producir noticias sobre mujeres. Al machista mundo en que vivimos no le gusta nada escuchar noticias sobre mujeres. Así estamos hoy, en una semana más que contiene ese día tan aislado como digno que es el 8M.

Sólo basta un corto poema, el de Miguel Hernández (Tristes guerras), para señalar qué piensa uno de todas las guerras.

En un momento en que aparece un grupo de millonarios que piden a sus países que suban más los impuestos, resulta que en la Argentina abre la boca un ex futbolista que pretende que aquí nos pasemos por el forro las leyes, nos pasemos por el forro la mínima solidaridad de una sociedad con quienes menos tienen, y entonces aparece en las pantallas que lo hicieron rico para quejarse de los importes que paga por impuestos.

Ha muerto el “Gato” Romero. Eduardo Romero, golfista e intendente de Villa Allende en Córdoba, falleció el domingo pasado luego de padecer un cáncer, al que la mayoría de los medios se niega a nombrar. La frase “producto de una larga enfermedad” reina en la mayoría de las notas necrológicas, sofocadas por la vieja y mala costumbre de no llamar a las cosas por su nombre.

La respuesta, hace unos días, de un Juan Román Riquelme tibiamente enojado a un cronista de TV de TyC Sports (Gastón Recondo) quizás sea el registro más preciso del ancho mundo de los entrevistados frente al pretendido “poder” de la prensa especializada, que muchas se especializa en no saber nada de nada.

Mientras los canales deportivos anuncian la tierra prometida de una nueva programación (TyC Sports llegó a hablar en sus publicidades de una “nueva era” a partir del 31 de enero) y el público confirma ante las pantallas que nada de eso han logrado y que la degradación del periodismo continúa, la diferencia en la prensa deportiva 2022 la siguen marcando los periodistas que rompen los añejos moldes de gritar-cubrir un entrenamiento-gritar- ir al mercado de pases-gritar- hablar de lesionados-gritar-pedir cambios en un equipo.