De las dos formas que existen de hacer periodismo (siempre de acuerdo al lugar de la lucha de clases en que te posiciones), una de ellas está más cerca de la verdad.

El tratamiento de las noticias relacionadas con las olas migratorias que se acercan a los países con los que sueñan los migrantes, van desde aquellos que las mencionan como “amenazas sociales” a quienes estamos del lado de la apertura de fronteras para brindar humanismo y Derechos Humanos a quienes huyen de la salvaje miseria a la que el colonialismo sometió a sus países.

Los pro-Trump (que los hay por todas partes) le sumaron a ello un discurso de odio, acumulado por los sectores más reaccionarios y supremacistas blancos que incitan políticas de deportaciones y palos a mansalva. Esa xenofobia se transmite a un sector del a prensa, que a su vez la transmite a un sector de la población. Y los periodistas, incluyendo los deportivos, dicen cosas tales como “los ilegales” y reclaman mano dura para expuslarlos o para discriminarlos en sus derechos. ¿Ilegales de qué?

Hoy las páginas deportivas multiplican sus espacios para el joven nacido en Guinea-Bissau pero nacionalizado español, Ansu Fati. Ya no saben que elogio colgarle, desde el nuevo Messi, hasta “el socio perfecto de Leo”.

Pocos medios, entre ellos Página 12, contaron la historia de vida de la familia de Ansu Fati: un niño que pudo reunirse con su padre, Bori Fati, migrante, gracias a la ayuda de un alcalde español, Sánchez Gordillo quien le ayudó a comprar los pasajes para que la familia pudiese llegar hasta Marinaleda, el pueblo donde gobierna el Partido Comunista y que no rechaza a los migrantes. Todo lo contrario, les da esperanzas de una vida mejor.

El alcalde, un poco terco en sus principios y su dignidad cuenta ahora: “Bori llegó en muy malas condiciones. Su documentación era falsa, lo habían engañado. Regularizamos su residencia, le encontramos un trabajo y le dimos una casa, como hacemos con todos los inmigrantes que llegan al municipio. Soy comunista, tal cual, sin ambigüedades. Gobernamos desde 1979 como Izquierda Unida. La vivienda, la sanidad, la educación, el deporte, etc, son gratis. Todos los funcionarios públicos ganan lo mismo. No tenemos paro. Aquí el comunismo en democracia es una realidad. El éxito de Ansu es el éxito de toda la comunidad. La solidaridad no se escribe con dinero. Ahora que gana muchos millones que los reparta un poco.” ( declaraciones al portal “Nueva Tribuna” de Andalucía).

El muchacho de 18 años es  ahora una estrella mundial en el Barcelona con una cláusula de rescisión astronómica: 400 millones de euros.

Para algunos medios, incluida la TV argentina parece que la pelota, sus bemoles y sus dólares es lo único que importa. Es hora de que nuestros comentaristas de partidos del exterior (en estos tiempos de escasas transmisiones locales) sepan que hay mucho para leer, mucho para buscar, mucho para investigar, de la historia de futbolistas, pueblos, clubes, entrenadores, hinchas, a la hora de sentarse frente a un monitor. No le pedimos esto a Quique Wolff en particular, sino a todos y todas. 

Estudiemos. Luego sabremos. Luego seremos mejores periodistas.