Nuestro país tiene varias cuevas de antidemocracia no desinfectadas. El Poder Judicial en general, una de ellas. Con unos cuantos jueces que reinan en forma vitalicia y donde el voto popular es ahuyentado por los distintos operadores y corporaciones del mundo de la justicia.
El fútbol profesional es otro de ellos, con sus consecuencias hacia los derechos de televisión y el periodismo deportivo controlador y hegemónico que aún sufrimos en la Argentina.
El reciente comunicado conjunto de los dirigentes de Boca y River, lagrimeando por el fin de un contrato con la empresa FOX Disney, es otro de los malos ejemplos que nos rodean.
“Si bien la AFA, a través de la Liga Profesional de Fútbol, tiene la atribución de tomar este tipo de decisiones, Boca y River son una parte fundamental del espectáculo deportivo y entienden que los dos clubes debieron ser consultados a lo largo del proceso que desembocó en este cambio en la titularidad del contrato de derechos televisivos, y no solo ser informados del resultado final", dijeron en una sola voz los representantes de ambas instituciones.
Al parecer la pareja de clubes pretende que el contrato con FOX no se rompa, cuando claramente la letra del acuerdo señalaba que si Fox no informaba a la AFA ni a la Liga que modificaba las condiciones del mismo (Disney-ESPN compró a FOX formando así un peligroso fantasma monopólico) el contrato quedaba sin efecto.
Los presidentes de Boca y River y unos cuantos periodistas deportivos que salieron a respaldarlos (Liberman entre ellos) quisieran volver a los tiempos del otro monopolio cuando un país entero estaba atado a las cadenas que imponían su estrella de sheriff como “dueño de los derechos de TV”.
Ya la antidemocrática manera de repartir la plata de los derechos de televisación deportiva es un oprobio. Ni Boca ni River tienen derecho a percibir más dinero por hipotético mayor rating. Sin embargo hoy lo hacen y seguramente pretenden más. Les cuesta entender – a sus dirigentes- que si hay campeonatos de fútbol, Copas, torneos, Ligas, Recopas, es porque hay equipos que juegan contra otros equipos. No hay chicos y grandes. River y Boca podrían jugar, si les parece, su propio torneo de a dos eternamente, que verían así como se derriten año tras año el número de sus socios, hinchas y simpatizantes al son de la danza del aburrimiento.
Para ser lo que son, necesitaron de los demás. Así como cualquier empresario millonario, para lograr las fortunas que logró, necesitó del sudor y las heridas del obrero que le construyó el edificio levantándose a las cinco de la mañana en su rancho de la villa, los clubes no tendrían las dimensiones de hoy sin la historia de ayer. Y esa historia incluye a sus rivales, los de abajo, los de arriba, y los de más abajo. Los que están y los que no están.
El dinero de los derechos de TV tienen que repartirse, algún día, como mínimo en partes iguales con todos los clubes del país.
Este fin de contrato (por incumplimiento de la otra parte) sólo significa que la mitad de los derechos de televisión (el otro 50 por ciento aún lo tiene Turner) ahora debe sacarse a licitación. Nadie sabe qué ocurrirá. Ojalá pudiese intervenir el estado como antes, para lograr la recuperación del Fútbol Para Todos. La TV pública debe contar con la posibilidad de transmitir partidos, al igual que otros espectáculos. Sabemos que hay otras prioridades sociales, pero ello no quita a que nos olvidemos cuánto hay para recuperar en la Argentina golpeada, dolida y arrodillada nos que dejaron allá por diciembre del año pasado.