El olvidadizo periodismo argentino (por ser generosos) cultiva en forma permanente sus desatinos para ocultar buena parte de la historia. Encerrados en su absurda cultura de cierta actualidad bananera y el desvarío por los hechos instrascendentes como las raquíticas marchas anticuarentena, miles de desinformadores y opinólogos desatienden el pasado.  En el periodismo deportivo unos cuantos también hace lo suyo.

Avanzó más rápido el retraido deporte que el periodismo en estos asuntos de mirar para atrás y decir la verdad. Al menos en unos cuantos clubes hay comisiones de memoria o de Derechos Humanos.

En San Juan como sede, pero en forma virtual y ante la ignorancia de las páginas deportivas, se celebró el 7 de noviembre el quinto Torneo Nacional Homenaje a los Rugbiers Desaparecidos. Allí hubo espacio para los 155 deportistas que soñaban con un mundo colmado de igualdad hasta que la dictadura cívico militar los arrancó de la vida para transformalos en desaparecidos.

Sin la posibilidad de partidos amistosos en un campo de juego pero con una serie de talleres virtuales que alentaban, entre otros, la Universidad Nacional de San Juan y el presidente de la Unión Sanjuanina de Rugby, Juan Sansó se habló de  “Rugby y Discapacidad”, “Rugby y Educación” “Rugby y Salud”, “Rugby, Diversidad y Género”, “Rugby y Régimen Carcelario”, “Rugby y Medios de Comunicación”, “Rugby para entrenadores” (con Eliseo “Chapa” Branca, ex Puma). Todo cruzado por el recuerdo de los rugbiers militantes políticos secuestrados. Que forman parte del cuadro de los 30.000.

No son eventos para ignorar. Son los encuentros más dignos que se producen desde abajo y en silencio y que construyen el potencial más rico que posee el deporte argentino, y que no son precisamente los títulos, las conquistas doradas y la acumulación de riquezas en manos de unos pocos. Se trata de la mirada social del deporte, su vinculación con la sociedad y con las áreas donde se intenta que seamos mejores. Se trata, simplemente, del deporte y los Derechos Humanos.

Para el mismo 7 de noviembre, con el “gancho” del aniversario cincuenta de la pelea Monzón-Benvenutti en la que el argentino logró el campeonato mundial de los medianos (para quienes aún consideran al box un deporte), un sector importante de la prensa deportiva lo recordó como gloria, colocando en un apartado muy pequeño el historial femicida de Carlos Monzón. Revisar el pasado incluye revisar el coctel nacionalista-machista que nos envolvió a los periodistas en las décadas anteriores. Esa letal combinación marcó una época en que se confundió patria y pelota, nocaut y nación. La vergüenza de una imagen del boxeador recibiendo vivas, o el grito de “dale campeón” mientras lo detenían después de asesinar a Alicia Muñiz, no debe repetirse. El Nunca Más periodístico aún está por construirse. Menuda tarea para las generaciones jóvenes. Las nuestras, están bastante arruinadas.