En el mundo de hoy, cuando momentáneamente el problema de las barras y la violencia se ha extinguido gracias a la brutal realidad de la pandemia, no está mal detenerse a pensar en algunas cuestiones que deben formularse para el día del regreso “a la vida como antes”.

Ciertas voces (Conmebol, Tapia) avanzan en estos días para abrir, en modo goteo, el ingreso de público al fútbol y a los espectáculos deportivos.

Días más, días menos, el asunto tendrá protocolos y propuestas y el periodismo deportivo y los hinchas en general entrarán en un remolino espantoso de opiniones y comentarios para ver a quién se le ocurre la mejor idea.

Es muy probable que la mejor no provenga de la mayoría de los dirigentes del fútbol argentino. Entonces es hora de que el periodismo deportivo se pregunte si no estamos ante una buena oportunidad para que se discuta de qué manera alejamos la violencia en los estadios, no sin antes discutir cómo alejamos la violencia en el fútbol. 

Nuestra querida conducción de la AFA suspendió hace unos días al fiscal federal Raúl Pleé como presidente del Tribunal de Etica por “ser socio de Boca”. El acto está muy bien; el motivo, no suena muy jurídico.

En realidad, como bien detalla el enorme Gustavo Veiga en su nota de Página 12 del domingo pasado, “ Pleé…tiene una visión muy indulgente de las barras bravas. Ese sí es un problema serio y no ser socio de una institución deportiva para quien evalúa la ética de los demás. Mientras integraba en 2012 una comisión ad hoc boquense que lideraba un colega suyo, Carlos Stornelli, hablaba de la Doce como si fuera una Pyme. Quedó demostrado en un documental producido por Canal+ de España cuando vino a realizar una investigación sobre estos grupos a la Argentina.

“Raúl Pleé en un comité de ética vendría a ser algo así como Barreda en la comisión de la mujer... bueno, un poco exagerado, pero casi”, escribió un lector de Página al comentar el artículo de Veiga.

Lo cierto es que el hecho pintó las complejas relaciones del mundo AFA con la violencia y la penosa y compleja situación que se avecina. Sólo de ver aquel documental de Canal + de España que muestra las relaciones fiscales federales-barrabrava de Boca, a uno le aparecen las náuseas.

Cuando la discusión se inicie, aparecerán estas cuestiones ¿si el regreso del público será escalonado, quiénes tendrán el privilegio inicial de acceder primero a las tribunas? ¿serán los integrantes de la barra de cada club? ¿cómo harán con el distanciamiento?

Ojalá no desperdiciemos esta oportunidad. Durante la primera etapa de la pandemia, allá por abril de 2020, decenas de optimistas sociólogos, historiadores, politólogos y periodistas se animaron  pensar que el futuro vendría mejor. Peter Coleman, profesor de Psicología de la Universidad de Columbia hablaba de un hipotético aumento de la generosidad y las acciones para el bien común. No somos Coleman, pero nuestro entusiasmo por un mundo más igualitario y humanista quizás nos esté empujando desesperadamente. Sabemos que un obstáculo serán los generadores de odio que hay en la Argentina.

Pero aún así, todavía cantamos.