Estos tiempos del periodismo en general podrían ser considerados como la apoteosis de la ignorancia. Sabido es que nuestra gran característica nacional, tanto en la prensa escrita, como en la redes, y ni que hablar de la radio y la televisión, es el “hablar por hablar”. Sin datos, y con el limitado vocabulario de las frases remanidas, centenares de periodistas machacan en la pandemia con la misma historia de ayer, anteayer, la semana pasada. 

Mientras tanto, las historias de vida, aquí en el llano del pueblo, permanecen ocultas.

En las páginas deportivas, como si no hubiese otro tema para informar, el fútbol profesional mantiene su desmedido porcentaje de centralidad. ¿Culpa del chancho?

Por supuesto que no. Alimentado por miles de jóvenes que llegan a la profesión un agujero negro en la cabeza (el del fútbol profesional), más de cien prácticas deportivas se ahogan en el silencio.

De estos días: en San Lorenzo su equipo de básquetbol logró por quinto año un título, sus muchachos del Futsal lograron la Copa Libertadores, la atleta Florencia Lamboglia transmite la queja de otras compañeras y compañeros contra la resolución del privatizado Enard (Ente Nacional de Alto rendimiento Deportivo) de achicar la delegación argentina que competirá en el campeonato Sudamericano de Atletismo en Ecuador.  

Es decir, una serie de hechos recorren el país para decirnos que hay deporte además del fútbol profesional. Pocos y pocas periodistas toman estos asuntos. Los demás siguen danzando al ritmo que le indican sus patrocinadores y su ideología cautiva del gran negocio.

Las grandes mascaritas del periodismo se esconden en sus cuentas bajo una denominación que no les corresponde, periodistas deportivos. Pero a la hora de informar, comentar o pretender opinar, se revuelven en el chiquero de un fútbol gastado de los mismos asuntos.

Hay un mundo deportivo moviéndose pese a la peste. Aguantando lo mismo que la sociedad argentina responsable y solidaria aguanta (confinamiento, la menor cantidad de salidas posibles, y entrenamiento de cualquier manera y en cualquier lugar).

Si River y Boca, Messi y Kun, Tevez y Enzo Pérez, Simeone y Scaloni, son importantes, más importantes son las chicas y chicos que entre mayo y junio se juegan el alma para tratar de conseguir un lugar en los Juegos de Tokio (surf, beach voley, rugby femenino)

De ellos y ellas en los medios nada o poco se sabe.

Mirar hacia los clubes, los de barrio y los otros, mirar las federaciones, mirar las asociaciones, y mirar a decenas de miles de deportistas de La Quiaca a Ushuaia es nuestra obligación periodística, tanta como lo es escuchar más a los y las trabajadores que sostienen la lucha contra la pandemia. Y menos pantalla y micrófono a los que siempre tuvieron voz. Y mucho dinero.