Nadie sigue el estado del boxeador Fidel Ruiz Díaz convaleciente luego de una pelea realizada hace unos días en Oncativo. Está internado en Córdoba.

Nadie sigue la campaña de los cuatros seleccionados de voleibol argentinos que clasificaron a los Juegos Olímpicos, en un hecho histórico para el voley local: las dos especialidades (de playa y de salón) tanto en femenino y masculino, estarán en Tokio.

El periodismo deportivo argentino, en general, se fríe en su salsa eterna de hiperprofesionalismo y mirada europea para concentrar su codicia en las Ligas multimillonarias, la Eurocopa, Wimbledon, los premios de la Fórmula Uno, el golf estadounidense y todo aquello que manden y ordenen las dos grandes cadenas deportivas de la TV por cable. Si no sale en ESPN o en FOX el mundo deportivo parece no existir.

Programas deportivos donde los panelistas juegan a que se pelean falsamente todos los días. O lamen las botas a ex jugadores que se la dan de conocedores de todo. Así se conforma la oscura realidad de una actividad que se desprestigia semana tras semana. El periodismo deportivo nada aporta ni a la cultura general, ni al deporte, ni a nada.

 Se suma la transmisión de eventos yanquis que cansan y aburren en la pantalla, porque además ni cuentan con periodistas que expliquen seriamente algo de lo que se ve.

La muy desigual pelea entre los medios alternativos (que sí prestan atención al múltiple y extenso deporte nacional) y los medios hegemónicos es sostenida al menos con dignidad por los primeros. Y por un puñado de periodistas que, dentro de las empresas atrofiadas de alto poder económico, cada día se esmeran por hacernos entender que deporte no es lo mismo que fútbol profesional.

Y que aún en el deporte profesional hay miles de historias que merecen ser contadas (el festejo del argentino Germán Cano en el Vasco de Gama de Brasil al levantar el banderín del corner con los colores de la bandera del orgullo) y un poco de espacio en las páginas viciadas. 

Si Fidel Ruiz Díaz fallece o queda con secuelas graves, si hay necesidades en el voley y sus proyectos, si las grandes epopeyas que se construyen en las ligas menores continúa, sólo será la voluntad de ese periodismo militante deportivo la que logrará que unos cuantos miles de argentinos /as se enteren.

Porque de estas sombras, algunas luces asoman.

Y vienen de abajo. No es otra cosa que estimular los versos del tema de Facundo Cabral, una vez más: “vuele bajo, porque abajo, está la verdad”.