En estos juegos del caretaje dirigencial (el Comité Olímpico permite privilegios al equipo de básquetbol de la NBA-EEUU), no es nada fácil la cobertura periodística al prevalecer la sombra que da esta pandemia.

Sin público, con muy pocos periodistas y con el monopolio de imágenes que marcan los dueños del show, todo intento por la originalidad o de creatividad comunicacional sufre la amenaza de los monopolios deportivos.

Dicho esto, conviene aconsejar la TV pública sobre la privada en el seguimiento de las competencias. Dos hechos mayores indican esta ventaja: la mayor cantidad de especialistas que acompañan al conductor en la pantalla y que le aportan conocimiento en la especialidad y datos. No es lo mismo observar cada competencia de natación con José Meolans en la pantalla que sin él. Que nos hablen del ciclo olímpico (la preparación de un atleta entre un Juego Olímpico y otro) con conocimiento es un placer. O escuchar a una deportista argentina que sabe de tenis de mesa para aprender que en este deporte estamos en ascenso a nivel internacional y darnos las razones de ello lo llena a uno de pequeñas sabidurías.

A nivel conductores generales, Gustavo Kuffner en la TV pública muestra superioridad al no colocarse en lugar de estrella o protagonista y distribuyendo correctamente la palabra entre los invitados a la mesa, aunque pierde en presencia obviamente al no tener el contacto diario y presencial en el lugar de los acontecimientos.

En ese sentido, la TV pública en sus dos expresiones (el propio canal y la señal DeportTV) saca varias cabezas de venataja hasta el momento y eso revitaliza la idea de sostener el importante rol político que juegan los medios de comunicación y los periodistas, en este caso con su contribución al desarrollo de políticas deportivas que combatan, antes que nada, la desigualdad.

Si uno observa en estos días los suplementos deportivos de los diarios más vendidos, o los noticieros de los canales, notará que pese a la maravilla de los Juegos Olímpicos, el privilegio de las noticias top aún lo tiene el fútbol profesional y sus aburridos temas de siempre.

El respeto por lo diferente, el concepto de dar igualdad de trato a las provincias y sus deportistas, el destaque de la solidaridad deportiva, el ojo puesto en los derrotados y no solamente en los vencedores, son conceptos que no se aprenden siguiendo al Comité Olímpico Internacional ni a los productores o dueños de los canales privados de deportes a quienes sólo les interesa el rating y la venta comercial de espacios.

Ese marco igualitario sólo lo da la televisión pública.

En cambio, aquel privilegio de la NBA (únicos deportistas en Tokio 2020 a quienes se les permitió llevar un equipo de 40 personas frente a 20 integrantes de los demás países) refleja el doble discurso de un COI repleto de dinero que siempre destrata a los más humildes.

Hay tanta batalla para dar en el deporte nacional y mundial, que esto de la televisión pública al menos se asemeja a la esperanza.