De las muchas notas de análisis sobre los Juegos Olímpicos de Tokio, una estuvo ausente en todos los medios argentinos. Señal adicional del generalizado desconocimiento global de nuestras/os periodistas. Faltó la mirada Latinoamericana, la mirada comparativa, la mirada regional. ¿Dónde está parada la Argentina?

Y no se trata de medirnos en medallas. Se trata de la vocación deportiva a nivel popular. De la diferencia enorme entre vivir el deporte olímpico cada cuatro años (cinco en este caso de Tokio) y vivir el deporte desde abajo, diariamente.

Los medios comerciales ponen el acento en el resultadismo. Para gran parte de sus periodistas, importa el oro. Como importa a sus programas el rating y los números de las cuentas bancarias alimentadas por la publicidad de una cuatro por cuatro, un desodorante de ambientes o el cómodo pañal de las bebes y bebés.

Se habló entonces de falta de apoyo económico al ENARD o falta de insfraestructura en algunos deportes. 

Somos latinoamericanos y como tales debimos observar los Juegos. Y sobre todo, las políticas deportivas a largo plazo.

Cada competidor/a de esta parte del mundo debió tener el foco de nuestra prensa…pero no lo tuvo, salvo excepciones. Un punto fue la atención bien señalada en el desempeño de la extraordinaria saltadora venezolana Yulimar Rojas, record mundial en salto triple.

Pero miren el siguiente detalle: Venezuela, soportando (bajo bloqueo y otros manejos de política económica) una de las peores crisis de su historia moderna, tuvo la mejor participación de su historia en Juegos Olímpicos. Sin que ello represente ocultar el sufrimiento de su delegación para llegar a Tokio-2020, con ausencias de apoyos privados económicos y decenas de  conflictos federativos.

Cuba, estrangulada por el más largo y criminal bloqueo, y envuelta en el laberinto de falta de soluciones cotidianas de algunos de sus gobernantes, vio regresar a su delegación con el orgullo del lugar 14 en la tabla de los Juegos y con gran parte de un pueblo que sintió la envidia en aquellos que odian a la Revolución y se fastidiaban con los buenos rendimientos de sus atletas, que no dejan de competir, pese a los problemas.

En las redes aparecieron burlas por la sencillez con que fueron recibidos atletas cubanos en sus pueblos. Un diploma, unas flores, un cuadro, una artesanía hecha por niñes, hasta productos de almacen eran puestos en las manos del deportista. Los celosos, querían sembrar discordia señalando que otros países entregaban desmedidas sumas de dinero para quienes regresaban con alguna medalla.

A ese desprecio, se sumaba el desprecio de la ignorancia periodística en la que vive nuestra prensa deportiva que se tapa los ojos para no ver aquello que sucede alrededor. 

Pues quieren ver medallero, vean medallero (en la tabla histórica de los Juegos  Cuba ocupa el lugar 18 del mundo. De Sudamérica sigue Brasil en el puesto 35, Jamaica en el 39, México en el 47, Colombia en el lugar 64… y salgan a buscar a la Argentina. Quieren ver política educativa-deportiva (pese a los sufrimientos) vean la cantidad de deportes que se practican en las escuelas cubanas y la detección de talentos, casi siempre con entrenadores locales.

Quieren ver dignidad de pueblo: escuchen a Andy Cruz, oro en Tokio: cuando lo consultaron por la posibilidad de hacerse boxeador profesional yéndose del país: “Cuando gané el campeonato mundial de Hamburgo, se acercaron a mí y me propusieron firmar un contrato para entrar en ese mundo. Pero imagínate, qué le digo yo después a mi pueblo, a la gente de Alacranes...”

El estado presente en deporte, (con política deportiva clara) es el mismo reclamo que debemos hacer cuando señalamos que el estado debe estar más y más presente en todas las áreas esenciales. He ahí la clave. A veces los gobiernos argentinos lo entienden. Otra veces no.

En eso andamos.