Una línea, en el medio de una carta. Casi perdida, entremezclada, pero vigorosa. No valiente, porque la valentía se trata de otra cosa. Indefinida.

La línea, reciente, la escribió el preparador físico y entrenador Daniel Córdoba. Sí, aquel conocido como “Profe Córdoba”, el mismo de los tiempos existosos en Estudiantes de La Plata o Colón. La carta, la publicó en modo “carta abierta” en el diario platense Hoy. El destinatario: quien hasta la semana pasada era técnico de Boca, Miguel Angel Russo.

“Cuando vas recorriendo por el fútbol comprando prensa que a veces escondió fracasos”.

Córdoba acusa a Russo de varias cuestiones en la carta, pero en la parte que aquí nos importa, introduce el veterano asunto de la compra de periodistas.

O los periodistas vendidos, que es la misma historia.

¿Periodistas vendidos en el periodismo deportivo?

Podríamos sacar del archivo unas cuantas miles de otras denuncias. Las del ex presidente de River José María Aguilar cuando señaló en un reportaje al periódico "El Barrio" que el periodista Gastón Recondo lo criticaba porque había dejado de cobrar del club 10.000 pesos por mes en concepto de asesoramiento institucional. O los dichos de Riquelme a Fox Sports, en enero de este año, señalando que lo critican “periodistas comprados”. O la voz del periodista Ernesto Cherquis Bialo cuando el año pasado acusó a la actual conducción de la AFA de “…pusilánimes, genuflexos y personas sin convicción, que no les importa la AFA, les  importa el poder, los viajes, la representatividad. Tiene medios y periodistas comprados".

Claro, un ingenuo lector o seguidor de redes informativas podrá preguntarse ¿y esperaban otra cosa de un ambiente en el que las principales empresas periodísticas dedicadas al deporte han sobornado dirigentes de alta jerarquía para adueñarse con los derechos de TV del futbol? (Causa Fifagate).

Nadie cree en la decencia en la prensa deportiva, ni en la decencia en la prensa en general. Cada denuncia se trata de una raya más en el desvencijado tigre que alguna vez quiso ser este oficio. Los mecanismos de la mordida, se sabe desde hace siglos, han sido permanentes: pauta publicitaria, viajes, regalos para fin de año, regalos por el Día del periodista, sobres, estadías vacacionales, sueldos disfrazados de asesoramientos y mil trucos más para adquirir el silencio.

Esta bonita profesión, como tantas otras, atrapada por las maldades del capitalismo (como si este sistema tuviese bondades), que arregla todo con papeles de color verde.

Lo bueno es que cada tanto aparezca alguien que toque la campanada de advertencia. Para poner las cosas en su lugar, escuhar, leer y mirar con profundo espíritu crítico, y darle valor al Cambalache de Discepolo.

Mientras seguimos buscando, como aguja en el pajar, a la periodista y el periodista que no se vende.