¿Una serie es periodismo? De ninguna manera. Por eso los desaforados críticos y comentaristas que andan por ahí reclamando precisiones y verdades en una serie (las mismas precisiones y verdades que ocultan durante sus vidas de escribas) han perdido nuevamente la cabeza.

El ego y la fanfarrona manera de transitar por la prensa, los atormenta y atormentará siempre. Y así, frente al estreno de “Maradona: sueño bendito”, llegan a escucharse cosas tales como las de un diminuto Martín Liberman quien reclama a los guionistas “llamen a quienes de verdad  acompañaron a Maradona en la vida”, pretendiendo -tarde - que el tiempo retroceda y lo convoquen a él como co-guionista. Ja, ja.

Todo lo que digamos sobre detalles exagerados o fechas distorsionadas en una serie, vale poco y nada. Sobre todo en un trabajo ficcional que advierte desde el primer momento con una severa placa negra: es un trabajo “basado en hechos reales”.

A partir de entonces nos queda la grieta (una más) del placer comunicacional. Quienes pretendan rigor, a ponerse a trabajar con documentales y libros a ver cuánto son capaces de hacer.

Quienes deseen arte, a gozar de la enorme libertad de este momento, sublime para la confección de películas, serie y trabajo para la gente del cine y teatro nacional.

Ojalá la vida de Diego fuese, todos los días, motivo de un gran debate en las redacciones y en los espacios de formación de periodistas. Serviría para poner el foco en las miles de acciones nobles y dignas de un hombre que se equivocó tantas veces en otros andares, como tantas veces pidió perdón.

Pocos ídolos populares cuestionaron a los medios de comunicación hasta el extremo de repelerlos a balinazos cuando en nombre de una estúpida “libertad de prensa” quisieron meterse por los agujeros de su quinta a fimarlo, si era posible drogado y desnudo.

Esta serie seguramente permitirá futuras derivaciones hacia los almidonados manuales de la prensa que exigen moral, cuando unos cuantos miles de dueños de los medios en el mundo son máquinas de cometer delitos y violaciones a los Derechos Humanos. 

Las buenas de Diego en vida, en general son calificadas de malas por quienes tienen la sarten económica por el mango. Las malas, en cambio, forman parte de sermones de falsos sacerdotes de una vida casta y puritana, que nunca vivieron.

Miles de homenajes y programas especiales en estas horas, no hacen más que poner al Maradona de carne y hueso sobre la mesa de autopsia, para que los más envidiosos, eso que nunca entrarán en la historia ni en las páginas más consultadas de Wikipedia, sufran mirando los dos rostros que aquel Diez se tatuó en sus doloridas extremidades: el Che y Fidel.