El crimen del juvenil Lucas González de Barracas, cometido por un grupo de policías de la Ciudad de Buenos Aires, no sólo desenmascaró una vez más la política de gatillo fácil que alientan dirigentes políticos de la derecha, sino que demostró cuán liviana e incapaz es la respuesta sindical del fútbol argentino.

¿Dónde estaban la mayoría de estrellas de nuestro fútbol en los momentos posteriores al asesinato? ¿Y Futbolistas Argentinos Agremiados por qué no convocó a una protesta, una movilización, o al menos asambleas en los planteles para tomar una acción que supere las expresiones de congoja y dolor?

Tiempo atrás, cuando la combatividad anti patronal era más sólida en estas tierras, el mismo sindicato paralizó el fútbol ante la agresión de barrabravas de Excursionistas a jugadores de Comunicaciones. Sí, por temas del ascenso, igual que debió hacerse con Lucas. Y si bien es cierto que aquella vez la medida buscaba mayor seguridad y protección a los trabajadores del deporte dentro de un escenario, lo cierto es que hoy se necesitaba más que una serie de comunicados para así decir claramente que el primero de los derechos humanos (la vida) debe respetarse y ser el centro del escenario.

La voz del futbolista, la voz de las figuras internacionales, la voz de los ídolos, siempre rebotan mil veces más en el mundo que los desesperados gritos de Justicia de los familiares y vecinos. Por eso era necesario que se proclamen, no por las redes sociales, sino en la calle y en cuanto ámbito fuese posible. Lucas y su memoria necesitan más ayuda porque, en breve, su caso irá extinguiéndose de los noticieros y los medios. En buena medida por la cómplice actitud de una prensa que tiene la mente boba convencida de que debemos seguir temas como los de Wanda Nara y el reducido Icardi.

Si alguna vez Agremiados fue un poderoso puño sindical, esta vez se lo extrañó. Hoy se lo necesitaba para trasladar hacia arriba y hacia abajo una protesta para que esto no suceda Nunca Más. 

Nuestros planteles han sido en general solidarios con decenas de causas que salen de la órbita del fútbol. Futbolistas desplegando diversas banderas antes del inicio de un partido son la prueba de ello. Pero hoy  hace falta algo más. Lo mismo del lado del periodismo. La prensa deportiva tiene que ocuparse todas las semanas de esta causa hasta que se haga justicia no sólo con la condena de los responsables, también con el pedido de disculpas por parte del poder político que gobierna a esa policía de mano dura.

Este crimen no es uno más. Es clave en la decisión de una sociedad. O ir para el lado de la represión estatal a los pobres, de la bala suelta, o educar de una vez por todas a una policía en el camino de la democracia y el respeto a los Derechos Humanos.  

¿Y por casa cómo andamos?, preguntarán los futbolistas. Bastante flojito. Producto de un pasado de dirigentes sindicales burocratizados en muchos gremios de prensa del país (los noventa y parte del comienzo de este siglo mostraron esa decadencia), el periodismo argentino hoy es un cambalache de despidos, explotación, bajos salarios y pagos no regularizados. Cuando se tocó fondo, rompieron cadenas unos cuantos centenares de jóvenes mujeres y hombres que están tratando de fortalecer nuevos sindicatos. Sipreba es un ejemplo de ello. Una esperanza. Ojalá pronto, desde uno y otro lado, podamos decir orgullosos que la tortilla empieza a darse vuelta y las injusticias se terminan.