Mientras los canales deportivos anuncian la tierra prometida de una nueva programación (TyC Sports llegó a hablar en sus publicidades de una “nueva era” a partir del 31 de enero) y el público confirma ante las pantallas que nada de eso han logrado y que la degradación del periodismo continúa, la diferencia en la prensa deportiva 2022 la siguen marcando los periodistas que rompen los añejos moldes de gritar-cubrir un entrenamiento-gritar- ir al mercado de pases-gritar- hablar de lesionados-gritar-pedir cambios en un equipo.

Tanto en su blog Derribando muros como en Página 12, el periodista Gustavo Veiga denunció este fin de semana el sospechoso desembarco en el fútbol argentino de Generación Zoe, “un emprendimiento híbrido que combina el coaching ontólogico, las criptomonedas y el fútbol como horizonte de inversión”.

Investigado por la Comisión Nacional de Valores (CNV), la Procuraduría de Criminalidad Económica y Lavado de Activos (PROCELAC) y la IGJ (Inspección General de Justicia) el CEO de esta empresa, Leonardo Cositorto, se metió en  Deportivo Español, club de la Primera C, y en mi querido club Chacarita bajo la mecánica de un sponsoreo de 6 millones de pesos. Entre otros anuncios, ahora uno se va enterando que pretenden pagar sueldos de futbolistas con criptomonedas.

¿Alguien más en el periodismo investiga estos delirios que después mal terminan?

No. La “renovada” prensa 2022 no ha mostrado más que un cambio de los decorados y las lucecitas y los trajes de los protagonistas.

La agenda en general es la misma, la forma en que se dicen las cosas la misma, y las incorporaciones de nuevas ideas, nuevos nombres o, lo que es mejor, nuevos rumbos del periodismo, brillan por su ausencia.

La corrupción en el mundo deportivo, que no es otra cosa que la corrupción en el mundo empresarial privado (siempre el menos investigado por la mayoría de los medios del mundo), crece a pasos de gigante. Los montos que se mueven son cada vez mayores y – como se pudo ver en una serie de casos vigilados más de cerca por los organismos de control fiscal en Estados Unidos y Europa- las evasiones impositivas en los negocios deportivos se multiplican. Y así el daño a las clases más bajas.

Los recientes anuncios de la compra del pase de Julián Alvarez por parte del Manchester City, y el destino del dinero que deberá también ir a los clubes anteriores de Julián (Calchín y Atalaya de Córdoba) merecen el buen ojo de un buen periodista. No el de uno ( o una) de esta farsa llamada nueva era.