Ha muerto el “Gato” Romero. Eduardo Romero, golfista e intendente de Villa Allende en Córdoba, falleció el domingo pasado luego de padecer un cáncer, al que la mayoría de los medios se niega a nombrar. La frase “producto de una larga enfermedad” reina en la mayoría de las notas necrológicas, sofocadas por la vieja y mala costumbre de no llamar a las cosas por su nombre.

No hay más que observar la necrológica a una página entera del suplemento deportivo de Clarín, del lunes 14 de febrero, en una nota que lleva la firma del editor Luis Vinker, periodista de muy mala fama interna en el grupo que maneja Magnetto, y observar que allí, en sus apocadas líneas, emerge el silencio. Por lo tanto miles de lectores de Clarín sólo saben que falleció, pero deberán imaginarse (o googlear) si se trató de un accidente o de alguna variada circunstancia de todas las imaginables.

Y esto no se trata de respeto. Se trata de desinformación a la antigua. Moldeada en las viejas prácticas de un periodismo que, más allá de las necrológicas, se especializó en el ocultamiento, la mentira y el encubrimiento.

Romero fue un gran golfista sin dudas. Y todos sus logros deben figurar en el resumen de su vida. Tanto como los pormenores y circunstancias de la vida política que transitó en sus últimos años. Las azucaradas necrológicas son una constante en el manejo cotidiano del periodismo. Antes y ahora.

Quizás la excepción hayan sido los textos, o las declamaciones, cuando murió Maradona.

Porque en esto de averiguar para contar, la prensa sólo tiene un puñado de buenos cronistas en cada pueblo o ciudad, sólo un puñado. A la mayoría se los devora la tradición, el modelo de antaño, la sinrazón de no mover una neurona en sus cerebros para preguntarse por qué hacen las cosas qué hacen.

Muchos más sabios y sabias son los y las deportistas, los y las artistas, como Eminem, el rapero de fama mundial que en el entretiempo del show del SuperBowl, fue capaz, hace 48 horas, de desafiar y romper todas las reglas que impiden realizar demostraciones políticas en espectáculos deportivos. Puso la rodilla en tierra y así recordó a Colin Kaepernick, exmariscal de San Francisco, quien en 2016 se convirtió en el primer jugador de la liga del llamado fútbol americano que se hincó durante la entonación del himno estadounidense en protesta por la brutalidad policial contra los negros y los grupos excluidos socialmente.

El tufillo conservador, en todos los campos, la verdad que apesta.