Sólo basta un corto poema, el de Miguel Hernández (Tristes guerras), para señalar qué piensa uno de todas las guerras.

De todas.

Y no anda uno con el selector de guerras, como lo practican los hegemónicas y hegemónicas guionistas de los medios más poderosos del gran capital. Hoy. Aquí y en cualquier parte del mundo. 

Nosotros no olvidamos ni la balcanización de Yugoslavia, ni Irak, ni la secesión de Kosovo, ni Afganistán, ni ISIS, ni Siria, ni Pakistán, mucho menos Palestina, Libia y Yemen y las 25 guerras en Africa en este momento.  Siempre atrás OTAN y los Estados Unidos.

La muy buena tapa de Olé del pasado viernes 25 de febrero muestra una posición pacifista a la que no debe temerle el periodismo deportivo. Más bonita se vería si  dicha postura apareciese siempre. 

Siempre quiere decir en cada momento que se enciende la llama del horror de una guerra en cualquier rincón del planeta.

Este momento horrible de la humanidad encuentra al deporte en múltiples expresiones de repudio a una intervención armada que, aún como autodefensa de la agresión ucraniana a Donbass, debe frenarse.  Rusia debe oir el reclamo de no a la guerra. Ucrania debe oir el reclamo de no a la guerra.

Las poses pacifistas de algunos dirigentes, como de quienes conducen la FIFA y el COI, también responden a la narrativa de los poderes siempre colonialistas que eligen las invasiones que deben ser repudiadas. Las que a ellos les convienen.

Ni siquiera tienen el coraje de pelearse completamente con Rusia. Observemos el comunicado de FIFA del domingo 27 de febrero: “La FIFA continuará su diálogo continuo con el COI, la UEFA y otras organizaciones deportivas para determinar cualquier medida o sanción adicional, incluida una posible exclusión de las competiciones, que se aplicará en un futuro próximo si la situación no mejora rápidamente”.

Es la misma FIFA y el mismo Comité Olímpico que nada hacen cuando el invasor es el Pentagono, la OTAN, o lo eran Bush, Reagan o cualquier ocupante del sillón en Washington.

Este vocabulario 2022 sobre esta guerra suena muy bonito. Menos bonito es comprobar como el periodismo todo, incluido el deportivo, se callaron la boca frente a los periodistas rusos asesinados en Ucrania en 2014.

Los pobres pueblos lectores o televidentes o seguidores de las enredadas redes, reciben en estos días más información dirigida y oficial que verdades. Y entremezclada con ella, mucho slogan pegadizo. ESPN coloca un simpático cintillo en la parte superior de la pantalla que dice “No a la guerra”. TyC Sports te pone un link especial que se llama:  Las fotos y videos más impractantes del conflicto Rusia – Ucrania. Mientras tanto en Yemen 20.000 muertos desde 2015 le importan a nadie en el mundo de la prensa y del deporte.

Si malditas son las guerras, maldito es el periodismo que se disfraza de periodismo, cuando en verdad es propaganda.