“Hablemos de fútbol” dijo Sebastián Beccacece en la conferencia de prensa cuando el periodismo intentaba sacarle una frase picante, después del altercado con Marcelo Gallardo. El DT del Halcón de Varela es uno de los entrenadores con mejor onda en esto de simplificar el día a día de un juego que, hace mucho tiempo, dejó de ser juego nomás y ahora es un negocio.

Gallardo, al mismo tiempo, es un hombre de pocos exabruptos y de andar sereno, a quien si bien le hierve la sangre, no enloquece detrás de figuraciones y trampas que le permitan obtener copas tan anheladas. Digamos que entra en el lote de los medianamente interesados por una cuestión tan antigua como perdida, el juego. El espectáculo.

Y Scaloni, ahí anda, con sus obsesiones estudiosas y sus calenturas, al borde de un enloquecido caminar en la raya del campo de juego, disfrutando de las mieles de una prensa panquequera que lo había cuestionado sin conocerlo y que allá por los comienzos de su ciclo llegó a burlarse de su pasado, sin piedad.

Y ahora los tres, jóvenes ellos, forman parte de un grupete de técnicos a quienes se pretende subirlos (o mantenerlos) en esos altares que el periodismo deportivo levanta y derrumba con la misma facilidad que en el verano hacemos castillos de arena.

Porque, desde esta columna se insiste, ninguno de ellos es responsable de cómo les va a sus equipos. Los equipos son fruto del talento de quienes juegan. No de ellos.

¿Algún día calmaremos nuestras ansiedades triunfalistas pensando más en los jugadores que en los entrenadores?

El ensalzamiento de los técnicos, entre los cuales se destaca este trío, es una de las enfermedades infantiles de la prensa deportiva, casi en todo el mundo. En la Argentina además ha generado embanderamientos atroces que han llevado a que decenas de periodistas deportivas no se dirija n la palabra por décadas.

Hoy tenemos muchachos y muchachas de la prensa que parecen suricatas embelesados por una conducción vigía (de una Selección o de un equipo) después de haber renegado de la misma en otros momentos.

¿Están colgándose del saco o de la campera de Scaloni por si la Argentina llega a besar la Copa del Mundo en la final de Qatar?

Es un momento de tanta simpatía que recuerda a muchos otros del pasado cuando se creyó que bastaba un técnico invicto, ganador, triunfal, para que los equipos saliesen campeones. Basile, sólo para mencionar uno. Hasta que llegó el 5 a 0.

Fue entonces que nos olvidamos del juego, de cómo andan los jugadores, del rival… de cómo es esto del diario trajinar del fútbol.  

No es anecdótica la referencia de Becaccece el domingo pasado. 

Hablemos de fútbol dijo.

Ahí la clave.

Por eso aquí se aplauden jugadores. No técnicos.